1.3. Génesis y desarrollo del
análisis estratégico de Michel
Crozier
En la mitad de la década de los 60 del siglo
pasado, cuando la sociedad
industrial moderna, incluida la francesa, miraba a su futuro (en
lo económico, en lo
científico–tecnológico, en lo
político, en lo social y cultural), de una manera muy
optimista, Crozier resaltaba el desarrollo en
este tipo de sociedad de las
grandes organizaciones,
siendo las mismas para el sociólogo francés algo
inherente a la sociedad industrial; además de llevar en su
seno un "nuevo" fenómeno, digno de estudio
sociológico, llamado burocrático. Ahora bien, este
fenómeno es entendido por Crozier, de la siguiente manera:
El tema de nuestro pensamiento,
al hablar del fenómeno burocrático, es falta de
adaptación, la inadecuación, o, según la
expresión de Merton, las "disfunciones"que se producen
inevitablemente dentro de las organizaciones
humanas. Es así que, Crozier al hablar del fenómeno
burocrático se esta refiriendo concretamente, utilizando
un concepto de
Merton, a las llamadas disfunciones que se generan en el seno de
las organizaciones humanas. El sociólogo, Crozier sigue
diciendo: El análisis del fenómeno
burocrático, en el sentido disfuncional que utilizamos, se
coloca con toda naturalidad en esa perspectiva; la pesadez y
rutina " burocráticas " pueden interpretarse
fácilmente como consecuencia de la resistencia del
material humano, y para comprenderlos es inevitable remitirse a
una sociología de las organizaciones: el mal
funcionamiento no puede existir sino comparativamente con un
funcionamiento ideal. Una teoría
de la burocracia
constituye pues forzosamente un caso particular dentro de una
teoría
más general de las organizaciones, que a su vez
debería ser en sí misma un elemento esencial de una
sociología de la acción,
válido para el estudio global de la sociedad. Al analizar,
el fenómeno burocrático como algo equivalente a
disfunción las llamadas deformaciones burocráticas
(lentitud, pesadez y rutinas, etc.) pueden entenderse,
según Crozier, como resultado de la resistencia del
material humano. A su vez, para la comprensión
científica de la resistencia del material humano, es
necesario, para el sociólogo francés, una
sociología de las organizaciones. Una teoría del
funcionamiento de la burocracia es
apenas, para Crozier, un caso especifico que forma parte de una
teoría más general de las organizaciones, que
según él tendría que ser en sí misma
una pieza esencial de una sociología de la acción,
útil para el estudio global de la sociedad. Es decir, que
para Crozier la sociología de las organizaciones es un
elemento clave para cualquier estudio macrosociológico
verdaderamente comprehensivo. El carácter
aplicado de la sociología de las organizaciones permite
descubrir, según Crozier, nuevos aspectos del
fenómeno burocrático. Al respecto, el
sociólogo francés dice: El estudio de los dos casos
tomados por nosotros, considerados como ejemplos significativos
del fenómeno burocrático, no solamente nos aporta
informaciones sobre un problema particular, crucial para la
sociología de las organizaciones, sino que reviste
además grandísimo interés
para el análisis de los sistemas
culturales. En efecto, la resistencia del material humano que en
él se pone de manifiesto, está hondamente ligada a
ciertos comportamientos primarios y a ciertos rasgos característicos del sistema cultural
francés. El estudio de estos aspectos culturales del
fenómeno burocrático permitirá introducir
una dimensión nueva en la sociología de las
organizaciones. En efecto, si bien parece posible elaborar una
teoría general y universal de las organizaciones, poniendo
entre paréntesis los diferentes sistemas sociales
y culturales, en cuanto se pasa al de la patología de las
organizaciones el análisis cultural se convierte en
instrumento indispensable que permite marcar los límites de
la teoría universal e interpretar su aplicación en
contextos culturales diferentes. Al mismo tiempo, y
ése es nuestro objetivo
final, un análisis tal permite entrever la posibilidad de
renovar la teoría de los sistemas culturales. Abordaremos
en momento un nuevo terreno, que puede considerarse (en algunos
aspectos por lo menos) más apropiado que los terrenos
tradicionales para el estudio de las modalidades de
inserción de los sistemas culturales en la realidad de
nuestro tiempo. Hasta el
presente, las culturas y los conjuntos
culturales se han analizado, sobre todo, a partir de los sistemas
de valores y de
los rasgos psicológicos singulares de una "personalidad
básica" ideal. Rara vez se los confronta con los problemas de
la acción y, en particular, con el problema del material
humano necesario para la acción en una sociedad industrial
compleja. Para Crozier, el estudio de dos casos (la agencia de
contabilidad
de París y el monopolio
industrial) concretos considerados por él como ejemplos
paradigmáticos del fenómeno burocrático es
de sumo interés
fundamentalmente para el análisis de los sistemas
culturales. La resistencia del material humano que en el estudio
se pone de manifiesto, para el sociólogo francés,
esta estrechamente vinculada a ciertas conductas primarias y a
ciertos rasgos característicos del sistema cultural
francés. El estudio de los aspectos culturales del
fenómeno burocrático permitirá introducir,
según Crozier, una dimensión nueva en la
sociología de las organizaciones; es decir, a la hora de
estudiar la patología de las organizaciones el
análisis cultural se transforma en instrumento esencial,
en lo que se refiere a marcar las fronteras de la teoría
universal e interpretar su aplicación en contextos
culturales heterogéneos. Además, de renovar la
teoría de los sistemas culturales, en el sentido que las
culturas y los conjuntos
culturales se los pasará a confrontar
específicamente con el problema del material humano
indispensable para la acción en una sociedad industrial
compleja. Es decir, como la sociedad francesa. A fines ya, de la
década de los 60 del siglo XX las sociedades
industriales modernas de occidente, particularmente la sociedad
francesa estaba pasando por una etapa de agotamiento de su orden
dominante y que la crisis de Mayo
de 1968 puso de manifiesto. Es así que, esta
situación de agotamiento de lo instituido que estaba
experimentando la sociedad gala y los sucesos del llamado Mayo
francés, no le fueron ajenos, como acontecimientos, a la
mirada sociológica de Crozier, quien dice lo siguiente:
Hoy todos admiten, aunque solo sea formalmente, que la sociedad
francesa es una "sociedad bloqueada". Sin embargo, la
cuestión no es denunciar los defectos de nuestras estructuras o
de nuestros hábitos -y menos aún soñar con
el mundo maravilloso que sería el nuestro con tal de que
aceptáramos una u otra de las múltiples recetas que
nos ofrecen nuestros expertos en la materia–
sino comprender y provocar el cambio.
¿Por qué la sociedad francesa ha quedado bloqueada
dentro de su andamiaje burocrático y paternalista?
¿Por qué los franceses emplean su tiempo en
reforzar, hasta mediante sus recriminaciones, el sistema bajo el
cual padecen? ¿Cómo cambian? ¿Cómo
podrían cambiar? ¿De qué modo podría
el
conocimiento ayudarnos a cambiar mejor o a cambiar de un modo
distinto? Tal es el doble tema de esta obra, fruto de una serie
de dolorosas confrontaciones entre mi experiencia de investigador
y mis frustraciones de ciudadano. En su mayor parte estos
ensayos fueron
escritos en los dos años previos a la crisis de
mayo. Sus temas -el poder, la
participación, el cambio y la
crisis- son los que fueron más profundamente vividos por
muchos de nuestros conciudadanos durante el estallido
revolucionario que nos envolvió. Para el sociólogo
M. Crozier, la sociedad francesa es una "sociedad bloqueada", por
varios círculos de centralización y estratificación
administrativas, incapaz de autocorrección. La crisis
experimentada por la sociedad gala en Mayo de 1968 pone en el
orden del día de la opinión
pública francesa temas como el poder, la
participación, el cambio y la crisis, temas todos estos
que antes de la crisis de Mayo fueron sólo tratados en el
plano teórico, en este caso, por Crozier. Con respecto, al
llamado Mayo francés, Crozier sigue diciendo: Si se
procura tomar distancia respecto del vocabulario
ideológico y de las formas habituales del razonamiento
marxista o antimarxista, cuyo empleo, como
hemos visto, tiende en realidad a confundir el análisis,
lo que llama la atención en la crisis de mayo es que no fue
revolucionaria en sus objetivos
políticos ni en sus intenciones sociales, mientras que
sí lo fue, y profundamente, en sus medios de
expresión, o sea en el nivel de los mecanismos del
juego social,
o más sencillamente de las relaciones
humanas. Lo que trajo consigo no fue una ruptura social ni
política,
sino cultural. La interpretación que se impone con esta
perspectiva se plantea, por consiguiente, en términos de
medios; el
origen y los resortes de la crisis no deben ser buscados en la
organización del poder político o
del poder económico, sino en el funcionamiento de las
instituciones
de la vida cotidiana. Los franceses no se rebelaron para poner
fin a la explotación capitalista ni para edificar la
sociedad sin clases; se precipitaron a la crisis para enjuiciar
un sistema de relaciones
humanas, un estilo de acción y un modo de gestión
que los perjudicaban. Así, la crisis de mayo aparece antes
que nada como un cuestionamiento del estilo de acción a la
francesa y una rebelión instintiva contra lo que hemos
denominado sociedad bloqueada. En cierto modo, los rasgos
más característicos de la crisis pueden ser
considerados como característicos de la sociedad
bloqueada. Esta se basaba sobre el temor al enfrentamiento y
sobre una concepción jerárquica de la autoridad. La
crisis será, entonces, el festival del enfrentamiento y la
impugnación de la autoridad.
Para Crozier, la crisis de Mayo fue revolucionaria y muy
hondamente, en lo que se refiere, en el nivel de los mecanismos
del juego social,
es decir, en las relaciones humanas. Lo que trajo consigo,
según él, una ruptura esencialmente cultural. La
explicación que prevalece con esta perspectiva se plantea,
por consecuencia, en términos de medios. Es así
que, para Crozier los orígenes y los resortes de la crisis
de Mayo tienen que ser buscados en el funcionamiento de las
instituciones
de la vida cotidiana. Los franceses, según él, se
precipitaron a la crisis para enjuiciar un sistema de relaciones
humanas, un estilo de acción y un modo de gestión
que los perjudicaban. Es decir, la explosión de Mayo del
68 fue una rebelión contra el modo burocrático de
organización y los aspectos autoritarios
del estilo a la "francesa ". A su vez, lo sucedido en Francia en
Mayo de 1968 no fue un fenómeno aislado del resto del
mundo moderno sino todo lo contrario; así lo entiende el
propio Crozier, quien dice lo siguiente: Desde el punto de vista
intelectual, moral y
político, la crisis de mayo señala para Francia el fin
de un período y el advenimiento de una nueva sensibilidad.
Pero si entre nosotros la ruptura fue más viva, y por
consiguiente más fácil de distinguir, aunque no de
analizar, la conmoción ha sido general, y ni siquiera
comenzó en Francia. Nuestra crisis tomó un
significado muy particular, que remite antes que nada a nuestro
sistema de gobierno y
nuestro estilo de acción; pero al mismo tiempo es parte de
un gran movimiento,
una especie de tambaleo general del mundo civilizado que se
precipitó al final de la década de 1960. Ha muerto
algo que fue esperanza, que ahora parece ilusión y cuya
desaparición nos abruma: cierto racionalismo
demasiado simple, cierta confianza demasiado fácil en la
razón, la convergencia y el progreso. La crisis de Mayo en
Francia, como crisis, para Crozier, es expresión de una
crisis más general y también mas honda, la que
experimenta de una manera acelerada desde fines de la
década de 1960, el mundo civilizado. Es decir, lo que esta
en crisis es la totalidad de la cadena del mundo civilizado,
siendo el Mayo francés un eslabón más de
toda la cadena civilizatoria en crisis. En otros términos,
lo que esta en crisis a finales de los 60 del siglo pasado es la
sociedad industrial como tal, es decir, la llamada sociedad
moderna. La muerte de
una esperanza basada en el racionalismo,
la razón, la convergencia y el progreso que a finales de
la señalada década del siglo XX, es sólo una
mera quimera. Con respecto, a esta crisis, Crozier dice: Como la
ruptura francesa, dicha conmoción desencadenó una
gran fiebre ideológica. Sin embargo, lo que en realidad
cuestiona, del mismo modo que la crisis de mayo, no son tanto los
principios
morales cuanto las formas de pensamiento y
los sistemas de gobierno. A mi
parecer, para comprender este problema crucial no existe ejemplo
más revelador, más espectacular y que pruebe mejor
ese cambio de sensibilidad que el de la guerra
fría y la oposición entre los bloques. Esta
crisis, del mundo civilizado al igual modo que la crisis de mayo
lo que cuestiona esencialmente, según Crozier, son las
formas de pensamiento y los sistemas de gobierno. A su vez, para
una mejor comprensión de esta problemática, el
sociólogo francés, pone como ejemplo revelador que
prueba ese cambio de sensibilidad a la llamada guerra
fría y la oposición entre el ya desaparecido bloque
socialista y el bloque capitalista. Crozier sigue diciendo:
Quince o veinte años atrás, la esperanza de una
convergencia posible entre los dos sistemas, el soviético
y el norteamericano, era muy aventurada, y solo algunos
espíritus avanzados osaban formularla en la noche de la
guerra
fría. ¿Quién habría imaginado
entonces que esa esperanza llegaría a ser, para los
rebeldes de fines de la década de 1960 y una gran parte de
la nueva generación intelectual influida por ellos, la
realidad más detestable de un mundo opresivo y corrompido?
¿Quién habría podido creerlo hace apenas
seis o siete años, cuando el mundo entero vibraba
todavía con esa esperanza, convocado por esas grandes
figuras de la apertura y la liberalización: Kennedy,
Jruschov y Juan XXIII? Este vuelco espectacular no es sino uno de
los que caracterizan los años de crisis moral e
intelectual que acabamos de vivir. El sueño de la
convergencia se derrumbó al mismo tiempo que cierto ideal
de progreso superficial e indefinido, de confianza en la
razón humana y de la fe liberal, cuyo mejor ejemplo
está dado por Estados Unidos
con su Peace Corps, pero del que también es posible
encontrar huellas en la exuberancia jruschoviana y en la
sencillez del papa Juan. Para Crozier, que en el año 1949
o en 1954, en plena guerra
fría, la esperanza de una convergencia posible entre el
sistema soviético y el sistema norteamericano se la
considerara muy aventurada formulada solo por algunos
espíritus adelantados y que después los rebeldes de
fines de la década de 1960 y una parte importante de la
nueva generación intelectual influida por ellos consideren
la esperanza de esa convergencia posible entre los dos
mencionados sistemas como algo odioso de un mundo pautado por la
opresión y la corrupción; cuando en 1962 el mundo entero
vibraba todavía con esa esperanza convocado por tres
grandes lideres reformadores (J. F. Kennedy, N. Jruschov y Juan
XXIII) dos de los tres políticos y uno religioso, es un
vuelco espectacular siendo uno de los vuelcos, según
él, que caracterizan la crisis moral y intelectual, en
este caso, de los fines de la década de los 60 del siglo
pasado. Al derrumbarse el sueño de la convergencia
también se vino abajo, según Crozier, cierto ideal
de progreso superficial e indefinido, de confianza en la
razón humana y de la fe liberal, encarnado por U.S.A., a
través de los cuerpos de paz de la
administración Kennedy y en un menor grado en la
propuesta comunista de Jruschov y en la figura de Juan XXIII. Es
decir, lo que se vino abajo como un castillo de naipes al igual
que el sueño de la coexistencia pacífica fue una
ideología que se puede calificar de
modernista (esta concepción clásica, a la vez
filosófica y económica de la modernidad, la
define como triunfo de la razón, como liberación y
como revolución
y define la modernización como modernidad en
acto, como un proceso
enteramente endógeno; Alain Touraine, Crítica a
la modernidad, p. 25) o de matriz
iluminista (se trata de su concepción del progreso como
una acumulación lineal, unívoca y autocorrectiva;
Carlos Pareja, Una alternativa al pensar iluminista, p.
17) siendo la misma, sustento ideológico a inicios de
la década de los 60 del siglo XX de gobiernos
modernizadores tanto en el campo capitalista (administración Kennedy) como en el ya
desaparecido campo socialista (gobierno de Jruschov) y que a
fines de los 60, es bueno decirlo, la
administración Kennedy como el gobierno de Jruschov
por sus contradicciones en lo interno como en lo externo ya
habían pasado a la historia junto con sus
sueños en versión capitalista o comunista de
construir un mundo próspero, feliz y pacífico. El
panorama mundial a fines de los sesenta del siglo XX, esta
pautado por rupturas, divergencias y disparidades a todos los
niveles. Con respecto, a lo que se avecina, Crozier dice: En
oposición a las prematuras esperanzas de convergencia,
nuestro mundo moderno amenaza ser, a plazo breve y mediano, no un
mundo armonioso de progreso racional, liberal o colectivista,
sino de rupturas, divergencias y disparidades entre naciones,
sistemas, regiones y grupos. Siendo
así, se puede pensar que en esta gran prueba de
coexistencia activa que no se supo prever no están en
juego las ideologías, hace tiempo superadas, sino los
métodos
intelectuales que sirven de base para concebir y organizar la
acción colectiva. En oposición a las apresuradas
creencias de convergencia, el panorama del mundo moderno, en este
caso, el de a fines de la década de los sesenta del siglo
pasado, para Crozier amenaza ser, a breve y a mediano plazo, no
un mundo armonioso de progreso racional, liberal o colectivista,
(norteamericano y soviético) sino de rupturas,
divergencias y disparidades entre naciones, sistemas, regiones y
grupos. Es
decir, un mundo moderno plagado de contradicciones
(antagónicas y no antagónicas) entre naciones,
sistemas, regiones y grupos; en donde la marcha del mismo y de
los mismos es zigzagueante. Es así que, en la gran prueba
de coexistencia activa (nuevo capítulo de la guerra
fría entre las dos superpotencias) lo que esta en juego,
según Crozier, son los métodos
intelectuales que sirven de base para concebir y organizar la
acción colectiva. Es entonces que, para el
sociólogo francés: El racionalismo planificador al
estilo soviético fue el primero en sufrir los efectos, ya
que solo podía ilusionar en una atmósfera de
restricción y de secreto. Cuando la competición
dejó de tener lugar en el campo militar para pasar al del
consumo, su
ineficacia se hizo evidente. El racionalismo planificador al
estilo soviético, según Crozier, no escapa a que
experimente sus propias limitaciones, dado que en un contexto de
competición en el campo fundamentalmente del consumo y no
en el campo militar se evidencio su total ineficacia. Es decir,
que en una atmósfera donde
impera la total libertad el
racionalismo planificador al estilo soviético desilusiona
claramente. Crozier, sigue diciendo: El problema reside en los
medios y en el método que
permite utilizarlos. Aquellos son de una lentitud y un costo
insoportables; hacen muy difícil la
comunicación entre la base y la cúspide,
falsean las informaciones, impiden efectuar, con rapidez, los
múltiples ajustes indispensables, desalientan la innovación y sofocan los recursos
humanos potenciales del sistema. El método
sintético, deductivo, a priori, que justifica el empleo de esos
medios, es rígido y hace muy difícil aprender con
la experiencia. Los dirigentes soviéticos prefieren
emprender periódicamente grandes revoluciones
administrativas y entre tanto imitar los procedimientos,
técnicas y hasta soluciones
norteamericanos, en lugar de reelaborar los principios y
métodos de acción que son la causa de sus fracasos.
El problema radica, según Crozier, en los medios y en el
método que permite utilizarlos. A nivel de medios, estos
son para el sociólogo francés, de una lentitud y un
costo
insoportables, hacen muy difícil la comunicación entre la base y la
cúspide, falsean las informaciones, impiden efectuar, con
rapidez los múltiples ajustes indispensables, desalientan
la innovación y sofocan los recursos humanos
potenciales del sistema. En lo que hace, al método, el
método sintético deductivo, a priori, que justifica
el empleo de esos medios, para Crozier, es rígido y hace
muy difícil aprender con la experiencia. En suma, los
medios y el método del racionalismo planificador al estilo
soviético resultan ser incapaces de dar respecta a los
problemas
organizacionales relacionados a la sociedad de consumo, como ya
era la sociedad soviética en esa década del siglo
XX. Además, del llamado racionalismo planificador al
estilo soviético, Crozier también hace referencia a
la llamada síntesis
liberal estadounidense y dice lo siguiente: Durante varios
años, los contratiempos de la planificación soviética parecieron
justificar y consagrar las pretensiones de los intelectuales
liberales norteamericanos. La síntesis
liberal que ellos inspiraban parecía ser la última
(y única) encarnación posible de la razón.
Es así que, debido a los porrazos que experimentaba la
planificación soviética la
síntesis liberal de los norteamericanos aparecía en
el centro del escenario como la última y además de
única encarnación posible de la razón. Dice
Crozier: Si tomamos el ejemplo de Estados Unidos,
hay que buscar la responsabilidad por el derrumbe de la
síntesis liberal en la unión de dos métodos
opuestos en que se apoyaba: el incrementalismo y la
planificación política global. El
incrementalismo es, en el fondo, la racionalización de las
prácticas de ajuste recíproco empleadas por la
democracia
pluralista al estilo norteamericano. Es una extensión de
la filosofía de los economistas liberales al conjunto de
las actividades colectivas públicas. Permite demostrar
que, lo mismo que en un mercado, el
conjunto de microajustes de los partidos da mejor resultado que
cualquier planificación o coordinación a priori. Conviene, por lo
tanto, renunciar a toda "política" y conformarse con
calcular los costos y ventajas
marginales para cada problema, y en función de
las presiones ejercidas por los diversos partidos en juego. Para
Crozier, la responsabilidad por el derrumbe de la
síntesis liberal se encuentra en la unión de dos
métodos (el incrementalismo y la planificación
política global) opuestos en que se basaba la misma. El
incrementalismo, según Crozier, además de ser en el
fondo una racionalización de las prácticas de
ajuste recíproco empleadas por la democracia
pluralista al estilo norteamericano, es también, una
extensión de la filosofía de los economistas
liberales al conjunto de las actividades colectivas
públicas. Esto permite demostrar que, al igual que en un
mercado, el
conjunto de microajustes de los partidos da mejor resultado que
cualquier planificación o coordinación a priori. Esta lógica
conduce a darle la espalda a toda "política" y conformarse
con calcular los costos y ventajas
marginales para cada problema, y en función de
las presiones ejercidas por los diversos partidos en juego.
Crozier sigue diciendo: Esta regla de acción supone un
universo
perfectamente neutral y racional, sin apego, dependencia o
viscosidad
particulares. Puede ser invocada como ideal, de modo algo
semejante al que se refiere a la extinción del Estado: seria
un gran progreso que el conjunto de las acciones de
todos los participantes en el juego social fuera totalmente
neutro y racional, y hay que hacer todos los esfuerzos posibles
para avanzar en ese sentido. Pero no corresponde a la realidad de
ninguna manera, porque en todos los niveles en que se realiza una
acción aparecen relaciones de dependencia y nudos de poder
que falsean el juego, y si bien parece posible avanzar mucho en
tal sentido, es difícil que aquellos puedan ser suprimidos
por entero. En consecuencia, en el contexto occidental actual, el
incrementalismo suele conducir a resultados en
contradicción total con los objetivos de
los liberales, tales como escaladas ciegas de las que Vietnam no
es más que un ejemplo, o con mayor frecuencia, la constitución y desarrollo de
círculos viciosos de pobreza,
estancamiento económico y regresión cultural y
social. Para Crozier, el ideal incrementalista (un universo
perfectamente neutral y racional, sin apego, dependencia o
viscosidades particulares) es solo eso, un ideal, que no se
corresponde para nada con la realidad, ni con la vida misma.
Porque, entiende que, en todos los niveles que se realiza una
acción se manifiestan relaciones de dependencia y nudos de
poder que falsean el juego, siendo muy difícil en los
hechos la supresión de esos fenómenos de una manera
absoluta. Esto da como consecuencia, en el contexto occidental,
en este caso, el de a fines de la década de los sesenta
del siglo pasado, que el incrementalismo, según Crozier,
lleva a resultados en contradicción total con los
objetivos de los liberales, tales como la guerra de Vietnam
y la aparición de problemáticas de orden
socioeconómico y cultural. Pasando, ahora a la llamada
planificación política global, Crozier se refiere a
la misma diciendo lo siguiente: Es lógico que la
planificación política global, los programas
coherentes de acción, satisfagan más el
espíritu. Alrededor de ellos se opera la síntesis o
las síntesis sucesivas. Pero siempre hay una profunda
contradicción entre la voluntad de globalismo que los
anima y la práctica de una aplicación "incremental"
que debe servirles de apoyo. Por otra parte, y sobre todo, la
extraordinaria dificultad de razonamiento a priori que suponen,
tiene por consecuencia que se basen generalmente en conocimientos
superficiales y extrapolaciones apresuradas, con el único
cimiento real de una necesidad muy arbitraria de coherencia. Es
en este nivel global donde fue trabada y perdida esa "partida" de
convergencia artificial que en definitiva no hizo más que
exacerbar los conflictos.
Los programas
coherentes de acción de una planificación
política global, según Crozier, además de
que alrededor de ellos se opera la síntesis o las
síntesis sucesivas también manifiestan, de por
sí, una profunda contradicción entre la voluntad de
globalismo que los anima y la práctica de una
aplicación "incremental" que debe servirles de apoyo. A
esto se le suma, la dificultad que tiene en sí un
razonamiento a priori, que como tal, se sustenta en conocimientos
superficiales y extrapolaciones apresuradas, con la única
base real de una necesidad muy arbitraria de coherencia.
Después, de analizar críticamente el racionalismo
planificador al estilo soviético y la síntesis
liberal norteamericana, el sociólogo francés, pasa
a la búsqueda del nuevo método intelectual y con
respecto a esta renovación dice lo siguiente: Para superar
la oposición incrementalismo – globalismo es preciso
rechazar el dilema y buscar la renovación más
allá de los principios y los planes globales de
acción –cuyo impacto es siempre mucho más
débil de lo que parece- en el análisis de las
regulaciones reales de los múltiples sistemas sobre los
que se debe actuar y donde la acción no puede tener lugar
sino en forma incremental. El método intelectual a cuya
búsqueda estamos nos permitiría descubrir los
puntos clave de estos sistemas, para concentrar allí los
recursos libres
de la sociedad o de sus diversos segmentos autónomos
capaces de acción. Esos recursos, siempre demasiado
débiles, no deben ser empleados sino en los puntos de
aplicación donde sean más eficaces. No se trata de
reemplazar por un fragmento de poder público el sistema ya
en funcionamiento, ni de poner a su lado otro sistema nuevo, sino
de contribuir, mediante la acción proyectada, a modificar
sus reglas de juego de manera que el nuevo juego produzca
resultados diferentes. Es también el método que nos
permitiría lanzar y animar procesos de
aprendizaje,
de nivel institucional o –más generalmente-
colectivo análogos a los que se pueden poner en marcha en
el nivel individual. Para superar la oposición
incrementalismo – globalismo es preciso, según
Crozier, rechazar el dilema y buscar la renovación en el
análisis de las regulaciones reales de los
múltiples sistemas sobre los que se debe actuar y donde la
acción no puede tener lugar sino en forma incremental. A
su vez, el método intelectual buscado permitiría,
en la opinión de Crozier, descubrir los puntos clave de
estos sistemas, para concentrar allí los recursos libres
de la sociedad o de sus diversos segmentos autónomos
capaces de acción. Se trata de contribuir mediante la
acción proyectada a modificar las reglas de juego del
sistema en funcionamiento de manera que el nuevo juego produzca
resultados diferentes. Además, el propio método
permitiría, según Crozier, lanzar y animar procesos de
aprendizaje
colectivo similares a los que se pueden poner en marcha a nivel
individual. En suma, lo que el método lograría
sería fundamentalmente poder determinar los puntos
más sensibles del sistema que se quiere hacer evolucionar
y tratar de realizar mediante procesos de aprendizaje colectivo
la modificación de sus reglas de juego de forma que el
nuevo juego elabore resultados distintos. Crozier sigue diciendo:
Entre las macrodecisiones arrogantes y las microdecisiones
ciegas, solo hallarán el camino de una responsabilidad
más limitada, pero más directa, si abandonan su
estrecho racionalismo. Claro está que ese método no
permitiría escapar a la lógica
de los grandes sistemas ni a la interrogación sobre los
fines últimos y los principios e ideologías que los
sustentan. Pero al menos tendría la ventaja de ofrecer una
perspectiva más neutral, menos dependiente, tanto de los
objetivos generales como de las restricciones prácticas
que impone la lógica de los grandes sistemas. No supone
convergencia a priori ni compromete irremediablemente en un
camino determinado, y esto puede convertirse en fermento de
desarrollo general, al margen de las ideologías y al
margen de la ideología de la convergencia. Al final, el
método propuesto por Crozier radica en un camino del medio
entre las macrodecisiones arrogantes y las microdecisiones
ciegas, entendiéndolo como un camino de una
responsabilidad más limitada, pero más directa, con
la condición que se abandone todo tipo de racionalismo
estrecho y excluyente. A su vez, por un lado, ese método
no permitiría escapar a la lógica de los grandes
sistemas ni a la interrogación sobre los fines
últimos y los principios e ideología que lo
sustentan. Por el otro lado, al menos tendría la ventaja
de ofrecer una perspectiva más neutral, menos subordinada,
tanto de los objetivos generales como de las restricciones
prácticas que impone la lógica de los grandes
sistemas. El que no suponga convergencia a priori ni comprometa
irremediablemente en un camino determinado, para Crozier, esto
puede convertirse en fermento de desarrollo general, al margen de
las ideologías en general y particularmente al margen de
la ideología de la convergencia. En suma, en un contexto
mundial, como el de a fines de la década de los sesenta en
el siglo XX pautado por la presencia de una coexistencia activa
entre las dos superpotencias de la época, es decir, la no
convergencia entre los dos sistemas el soviético y el
norteamericano y ante los porrazos experimentados por la
planificación soviética y el derrumbe de la
síntesis liberal (dos métodos intelectuales que
sirven de base para concebir y organizar la acción
colectiva), Crozier entiende que, el nuevo método
intelectual que oficie de base para concebir y organizar la
acción colectiva tiene que estar en una "tercera
vía" entre las macrodecisiones arrogantes y las
microdecisiones ciegas que no supone una convergencia a priori (a
nivel de sistemas) ni tampoco compromete irremediablemente en un
camino determinado. Es así que, para Crozier, el panorama
de mundo moderno, en este caso el de a fines de la década
de los sesenta del siglo pasado, además de estar pautado
por rupturas, divergencias y disparidades entre naciones,
sistemas, regiones y grupos, también ese mismo mundo
moderno experimenta una evolución a nivel de las relaciones
humanas. El propio Crozier, dice lo siguiente: En general,
tenemos tendencia a ver al hombre moderno
como un ser abrumado por la servidumbre. En todas partes nos
amenazan las burocracias, las superautopistas nos dirigen, las
diversiones se hallan masificadas y hasta el pensamiento es
manipulado. Esta visión es completamente ilusoria. Si
comparamos con cierta seriedad distintas épocas, haciendo
un examen de conciencia de la
especie humana, comprobaremos que las dos grandes tendencias
más visibles en todas las actividades humanas son: la
libertad (los
hombres la tienen cada vez más para elegir entre un
número creciente de posibilidades) y el cálculo
(están en cambio obligados a prever constantemente el
resultado de su acción y calcular el costo). Tal vez mi
afirmación sorprenda en un mundo intelectual dominado por
los fantasmas del condicionamiento y la manipulación. Para
Crozier, el mundo moderno esta inmerso o se sitúa en una
evolución que es ancha y concreta que tiene
lugar en las relaciones humanas. Es así que, según
el sociólogo francés, si se compara con cierta
seriedad distintas épocas, haciendo un examen de conciencia de la
especie humana, se comprueba que las dos grandes tendencias
más visibles en todas las actividades humanas son: la
libertad (los hombres la tienen cada vez más para elegir
entre un número creciente de posibilidades) y el cálculo
(están obligados a prever constantemente el resultado de
su acción y calcular su costo). A su vez, esta
afirmación por parte de Crozier se contrapone abiertamente
a una visión reinante en el mundo intelectual (dominado
por los fantasmas del condicionamiento y la manipulación)
que es, según él, completamente ilusoria en la cual
el hombre
moderno se encuentra abrumado por la servidumbre. Es decir, ese
hombre moderno
es amenazado por las burocracias, las superautopistas lo dirigen,
sus diversiones se encuentran masificadas y su pensamiento es
manipulado constantemente por agencias gubernamentales y
también privadas. Es entonces que, desde la visión
crozeriana de la marcha de las relaciones humanas, la libertad de
elección y el cálculo racional son ejercicios en
aumento para el hombre
moderno. Esto conduce a que en el seno de la sociedad moderna se
presenten problemas. Dice Crozier:El problema toma las
dimensiones de una crisis de civilización cuando la
presión
irresistible hacia la libertad individual de opción
provoca el hundimiento de formas tradicionales de control social,
como los tabúes sexuales, mientras que el desarrollo del
cálculo racional hace surgir la necesidad de nuevos
controles. Cuanta más conciencia tomamos de las
consecuencias de nuestros actos, tanto más fuerte se
vuelve la presión
que nos exige eliminar sus riesgos, ya sea
en lo que respecta a salud
pública, educación,
polución o incluso en el terreno cultural o racial.
Precisamente entonces nos faltan los principios tradicionales en
cuyo nombre era antes posible controlar la actividad de los
demás. Para esta contradicción imposible hay una
sola solución: construir conjuntos humanos capaces de
soportar las más grandes tensiones y oposiciones. El
problema adquiere, para Crozier, las dimensiones de una crisis de
civilización, dado que la libertad individual de
opción al igual que un fuerte chorro de agua presiona
sobre las formas tradicionales de control social,
como los tabúes sexuales, provocando el desmoronamiento de
las mismas, mientras que el desarrollo del cálculo
racional hace surgir la necesidad de nuevos controles. Es
así que, para el sociólogo francés, cuanta
más conciencia adquirimos de las consecuencias de nuestros
actos, tanto mas fuerte se vuelve la presión que nos exige
eliminar sus riesgos, ya sea
en lo que se refiere a salud pública,
educación,
polución y también en el terreno cultural y racial.
Es entonces, que es aquí, donde los individuos sienten la
ausencia de los principios tradicionales en cuyo nombre era antes
posible controlar el accionar de los demás. Para resolver
esta contradicción imposible, Crozier, entiende que la
única solución se encuentra en construir conjuntos
humanos capaces de soportar las más grandes tensiones y
oposiciones. En términos más concretos, lo que se
necesita es una nueva capacidad organizativa. En relación
a esto, Crozier dice: Lo que ahora necesitamos es una nueva
capacidad, en el nivel de las organizaciones o sistemas que
integramos, para encarar de modo más consciente
contradicciones que son mucho más directas y claras. Tal
capacidad organizativa no es una circunstancia natural sino una
conquista humana, fruto de un prolongado aprendizaje. Solo
mediante su desarrollo podrán los hombres hacerse
más libres y soportar a la vez las consecuencias de la
claridad de su opción y de la magnitud de sus resultados.
En términos concretos, lo que necesita el hombre moderno
es, según Crozier, una nueva capacidad, en el nivel de las
organizaciones o sistemas que el mismo integra, para poder hacer
frente de modo más consciente contradicciones que son
mucho más directas y claras. Esa capacidad organizativa,
para el sociólogo francés, es una conquista humana,
producto de un
prolongado aprendizaje y solo mediante su desarrollo
podrán lo hombres hacerse más libres y soportar a
la vez las consecuencias de la claridad de su opción y de
la magnitud de sus resultados. A la llamada capacidad de
organización se le suma también una capacidad para
los sistemas. En relación a esto último, Crozier
dice lo siguiente: A esta capacidad de organización se
puede agregar una "capacidad para los sistemas ", consistente en
la aptitud de elaborar y mantener reglas, costumbres, sistemas de
relaciones humanas y métodos de control social, sin los
cuales ninguna sociedad podría identificar y abordar sus
problemas específicos. Repitámoslo: capacidad
organizativa y capacidad para los sistemas no son consecuencia
del desarrollo, pero constituyen su primera y principal
condición. Ninguna sociedad puede avanzar ni tolerar una
mayor libertad y claridad en los compromisos humanos, si no
elabora la capacidad organizativa o "sistémica" necesaria
para encarar tal situación. A la capacidad de
organización se le puede sumar, según Crozier, una
"capacidad para los sistemas ", consistente en la aptitud de
elaborar y mantener reglas, costumbres, sistemas de relaciones
humanas y métodos de control social, sin los cuales
ninguna sociedad podría identificar y abordar sus
problemas específicos. En suma, capacidad organizativa y
capacidad para los sistemas constituyen, según Crozier, la
primera y principal condición para el desarrollo. Ninguna
sociedad puede avanzar ni tolerar una mayor libertad y claridad
en los compromisos humanos, si no elabora la capacidad
organizativa o "sistémica" necesaria para encarar tal
situación. Es decir, que la elaboración de la
capacidad organizativa o "sistémica" por parte de una
sociedad es fundamental para que la misma pueda avanzar y tolerar
una mayor libertad y claridad en los compromisos humanos. La
mayoría de las sociedades
modernas, de a fines de la década de los sesenta del siglo
pasado, tuvieron dificultades enormes (particularmente y de forma
muy agravada la sociedad francesa) para hacer frente a los
problemas planteados por el progresivo avance hacia esa mayor
libertad y esa mayor racionalidad de las relaciones humanas. Con
relación a Francia, Crozier dice: Pero la sociedad
francesa se encuentra, debido a sus bloqueos tradicionales, en
una situación especialmente crítica, ya que en
ellas se acumulan los problemas tradicionales de
estratificación y centralización que le son propios y los
nuevos problemas que le impone el advenimiento del mundo de la
libertad y el cálculo. Mal adaptada a la sociedad
industrial, tiene que ya que hacer frente a los problemas de la
sociedad posindustrial. Paradójicamente, parece incapaz de
admitir que el origen de sus dificultades reside ante todo en la
gran debilidad de su capacidad de acción colectiva, y al
mismo tiempo muy pocos deseos de corregirla. Particularmente, la
sociedad francesa, según Crozier, se encuentra en una
situación más que crítica, debido a sus
bloqueos tradicionales. En el seno de la sociedad gala se
acumulan los problemas tradicionales de estratificación
que le son propios y los nuevos problemas que le impone el
advenimiento del mundo de la libertad y el cálculo. Es
así que, mal adaptada a la sociedad industrial, tiene ya
que hacer frente a los problemas de la sociedad posindustrial.
Además, para el sociólogo francés, la
sociedad francesa paradójicamente parece incapaz de
admitir que la raíz de sus males radica ante todo en la
gran debilidad de su capacidad de acción colectiva y al
mismo tiempo no tiene ningunas ganas de enmendar la
situación. En lo que atañe a la capacidad
organizativa de las empresas y
administraciones francesas, Crozier dice lo siguiente: Ya nos
hemos referido extensamente a la debilidad de las organizaciones
francesas. Formales, rígidas, incapaces de establecer
redes eficaces de
comunicación y participación,
malgastan sus recursos y se orientan mucho más hacia la
explotación de las ventajas adquiridas y las rentas de
situación, que hacia la adaptación a las
circunstancias, la utilización de nuevas oportunidades y
la innovación. En consecuencia no favorecen el desarrollo
de la libertad de sus miembros ni el de la racionalidad del
conjunto social. Su capacidad de crecimiento, por último
es débil. Todos advierten la insuficiente magnitud de las
empresas
francesas, pero se tiende a creer que esta ocasiona su debilidad,
cuando en realidad ocurre exactamente lo contrario: porque
carecen de la capacidad organizativa necesaria, no pueden crecer,
y cuando se las obliga a hacerlo con demasiada rapidez –por
ejemplo imponiéndoles fusionarse-, su debilidad real
aumenta con la pesadez de un aparato burocrático dividido.
Lo que es aplicable a las empresas lo es también, a
fortiori, a las administraciones, universidades, hospitales y
todas las restantes organizaciones francesas, cuya pesadez e
ineficacia influyen no solamente en su propio avance, sino en el
de la sociedad en su conjunto. Para Crozier, la formalidad, la
rigidez, la incapacidad de establecer redes eficaces de
comunicación y participación entre otras cosas,
conforman las características principales del rostro de
las organizaciones francesas en general (empresas,
administraciones, universidades, hospitales) que conduce a que
las mismas no favorezcan el desarrollo de la libertad de sus
miembros ni el de la racionalidad del conjunto social.
Además, su capacidad de crecimiento es débil. Las
empresas francesas (las organizaciones galas en general) carecen,
según Crozier, de la capacidad organizativa necesaria
ocasionando así su nulo crecimiento y cuando se las quiere
hacer crecer a contrareloj su debilidad real aumenta con la
pesadez de un aparato burocrático dividido. En suma, la
debilidad de las organizaciones francesas se debe en la
opinión de Crozier a la total ausencia de una
mínima capacidad organizativa. Pasando, ahora, a la
capacidad "sistémica" del conjunto social francés,
el sociólogo galo se refiere a esta capacidad
diciendo:Quizá sea necesario insistir sobre la capacidad
"sistémica" del conjunto social francés, o sea
sobre las posibilidades con que cuenta la sociedad francesa (o
los subsistemas que la componen) de instaurar entre los
múltiples grupos, organizaciones, clases o sectores en que
se divide, relaciones de comunicación, negociación, conflicto y
cooperación que permitan un conocimiento
exacto de los hechos, una adopción
real de responsabilidad por parte de sus miembros, conduciendo
así a la elaboración de un juego más
constructivo. Tal capacidad "sistémica" es particularmente
débil en Francia. En todos los dominios, y sobre todo en
el sector integrador por excelencia, el sector político,
se tiene la impresión de ser dominado por maquinarias muy
lentas, frágiles y muy resistentes a la vez. En ellas los
contactos son difíciles, los relevos actúan como
pantalla, las comunicaciones
se llevan a cabo con un lenguaje de
iniciados, no se discute sino sobre conflictos
falsos, y el conjunto posee una fuerza de
inercia extraordinaria. Es imposible modificar la marcha habitual
de esas "maquinarias", que desaniman las mejores intenciones y
esterilizan todas las iniciativas. En cambio, cuando un hecho
casual pone en funcionamiento una de ellas, resulta imposible
detenerla, corregir o desviar su curso. Para Crozier, la
capacidad "sistémica" del conjunto social francés
es débil. Es así que, en el sector político,
sector integrador por excelencia, la impresión que tiene
el sociólogo francés del mismo es de estar dominado
por maquinarias muy lentas, frágiles pero a la vez muy
resistentes. Es decir, son maquinarias altamente
burocráticas imposible de poder modificar su marcha
habitual que conduce a desanimar las mejores intenciones y
esterilizan todas las iniciativas. En cambio, cuando un hecho
casual pone en funcionamiento una de ellas, resulta imposible
detenerla, corregir o desviar su curso. En el caso, de los
partidos
políticos o los sindicatos,
Crozier dice: Tomemos el ejemplo de los partidos
políticos o los sindicatos.
Son organizaciones confusas, mal integradas y mal dirigidas, pero
esto no les impide ser rígidas; al contrario. Para
movilizar adherentes en la situación de impotencia en que
se encuentran, necesitan apelar a la ideología. Solo el
fervor sectario les permite reclutar y conservar un mínimo
de militantes responsables. Pero estos militantes
benévolos quedan así investidos de una tarea que
constituye para sus organizaciones una coacción agotadora.
Guardianes de la ideología que es el único
sostén de su acción, tienden a paralizar a los
dirigentes, a quienes quitan toda posibilidad de actividad
autónoma, y a impedir cualquier contacto con la base.
Inevitablemente adoptan el papel de
barrera, bloquean la
comunicación con un lenguaje
oscuro e introducen así una rigidez imposible de superar,
y que es aumentada por la fragmentación de estas
organizaciones, que aunque incapaces de actuar solas, tampoco
pueden comunicarse unas con otras. Semejante sistema es al mismo
tiempo sumamente frágil y sensible a todos los chantajes.
Se ahonda el abismo que separa dirigentes y dirigidos; se hace
imposible tomar decisiones y el conjunto queda a merced de un
movimiento
demagógico que puede desarticular por completo sus
mecanismos durante meses e incluso durante años. Tales
mecanismos no son exclusivos de los sindicatos ni de los
partidos; existen en todos los organismos voluntarios y en
segundo grado en el conjunto social como sistema organizado; su
influencia permite explicar el irrealismo, confusión e
impotencia que sufrimos. Sin poder comprometerse y decidir, los
dirigentes manifiestan posiciones públicas rígidas,
sin relación con sus sentimientos particulares. Las
consecuencias de esta debilidad que padece la capacidad colectiva
del sistema social son desastrosas; incapacidad de aceptar la
verdad de los hechos, de decidir, de encarar los verdaderos
conflictos. Para Crozier, los partidos políticos o los
sindicatos son organizaciones confusas, mal integradas, mal
dirigidas y muy rígidas. Además, de apelar a la
retórica ideológica como forma de movilizar
adherentes dada su situación de impotencia y tener una
practica sectaria única vía que les permite el
reclutamiento
y la conservación de un casco militante. Los cascos
militantes altamente ideologizados, según Crozier, ofician
de guardianes de la ideología tendiendo de por sí a
paralizar a los dirigentes, a quienes quitan toda posibilidad de
actividad autónoma, y a impedir cualquier contacto con la
base. A esto se le suma, el asumir el rol de barrera, bloqueando
la comunicación con un lenguaje oscuro (tecnomilitante)
introduciendo así una rigidez que se vuelve constante y
que se amplia debido a la fragmentación de estas
organizaciones (partidos políticos, sindicatos), que
aunque incapaces de actuar solas, tampoco pueden comunicarse unas
con otras. Es decir, padecen de autismo. Es
así que, semejante sistema, para Crozier, es al mismo
tiempo sumamente frágil y sensible a todos lo chantajes.
Se ahonda el abismo que separa dirigentes y dirigidos; se hace
imposible tomar decisiones y el conjunto queda a merced de un
movimiento demagógico que puede tirar abajo por completo
sus mecanismos durante meses e incluso durante años. Tales
mecanismos, existen en todos los organismos voluntarios y en
segundo grado en el conjunto social como sistema organizado; su
influencia permita explicar, según el sociólogo
francés, el irrealismo, confusión e impotencia que
experimenta la sociedad francesa. Las consecuencias de debilidad
que padece la capacidad colectiva del sistema social son, para
Crozier, desastrosas; incapacidad de aceptar la verdad de los
hechos, de decidir, de encarar los verdaderos conflictos. En
suma, debilidad de las organizaciones francesas en general y
debilidad de la capacidad "sistémica" del conjunto social
francés, generándose así una incapacidad por
parte de la propia sociedad gala, según Crozier de asumir,
discutir y resolver sus problemas reales en un mundo ya
posindustrial. Dado entonces este complejo y crítico
panorama de la sociedad gala, Crozier entiende que: Si el
diagnóstico es acertado, el problema
esencial de la sociedad francesa no se refiere al crecimiento, al
régimen político ni al socialismo, sino
simplemente a la constitución y desarrollo de una capacidad
colectiva que responda a las necesidades de una sociedad
compleja. El crecimiento y los objetivos "de civilización"
no dejan de tener importancia primordial, pero el desarrollo de
la capacidad "sistémica" constituye en medida cada vez
mayor la condición indispensable de un crecimiento
económico sostenido como de toda democratización de
la sociedad. Ninguna de las grandes ambiciones de los
reformadores franceses tendrá sentido mientras no se ose
enfrentar de lleno este problema. El problema esencial de la
sociedad francesa, según Crozier, se refiere simplemente a
la constitución y desarrollo de una capacidad colectiva
que responda a las necesidades de una sociedad compleja. El
desarrollo de la capacidad "sistémica" constituye en
medida cada vez mayor la condición indispensable de un
crecimiento económico sostenido, como de toda
democratización de la sociedad. Dado este problema, surge
inmediatamente la interrogante de como cambiar, en
relación con este otro "problema", Crozier dice lo
siguiente: Pero, ¿cómo cambiar? ¿Cómo
pasar de un sistema de juego caracterizado por la desconfianza,
los malentendidos y la confusión, a otro, no digamos
ideal, sino más abierto, sencillo y eficaz?
¿Cómo aprender colectivamente? Hasta ahora, las
transformaciones de los grupos humanos y de las sociedades
parecen producirse a través de las crisis. Pero, en
realidad, la mayor parte de las crisis no conducen a un verdadero
aprendizaje. Desde este punto de vista, el drama que amenaza en
los años próximos a la sociedad francesa es el de
una sucesión de rupturas de significado más bien
regresivo. Sin embargo, tiene la posibilidad de efectuar una
mutación decisiva si convierte esas rupturas en crisis
constructivas, a partir de las cuales se iniciaran procesos de
aprendizaje. La verdadera función de un gobierno en el
conjunto social, como la de todos los grupos dirigentes en las
organizaciones e instituciones de las que son responsables,
sería en esa circunstancia la de provocar crisis en el
momento y el sector adecuado y con la perspectiva correcta, y
realizar previa y paralelamente las inversiones
institucionales necesarias para que los individuos y los grupos
interesados puedan aprovecharlas. En Crozier, surgen las
interrogantes de, como cambiar, como pasar de un sistema de juego
caracterizado por la desconfianza, los malentendidos y la
confusión (juego kafkiano) a otro que tienda hacer
más abierto, sencillo y eficaz y por último, como
aprender colectivamente. A su vez, desde el punto de vista de
que, la mayor parte de las crisis (por más que las
transformaciones parecen producirse a través de las
mismas) no conducen a un verdadero aprendizaje, Crozier entiende,
que el futuro inmediato de la sociedad francesa, de a fines de la
década de los sesenta del siglo pasado, se presenta
dramáticamente pautado por una sucesión de rupturas
de signo regresivo. Pero, la sociedad gala, según el
sociólogo francés, tiene la posibilidad de realizar
un cambio fundamental si transforma esas rupturas en crisis
constructivas. Es en este sentido, que la verdadera
función de un gobierno en el conjunto social, como la de
todos los grupos dirigentes en las organizaciones e instituciones
de las que son responsables, sería en esa circunstancia,
según Crozier, la de provocar crisis en el momento y el
sector adecuado y con la perspectiva correcta, y realizar previa
y paralelamente las inversiones
institucionales necesarias para que los individuos y grupos
interesados puedan aprovecharlas. Es así que, Crozier
entiende que hay que realizar inversiones institucionales
fundamentalmente en la educación y
también provocar crisis constructivas en primer lugar
alrededor de las estructuras
territoriales y en el sistema administrativo realizar tanto una
como otra. En relación, a la inversión institucional, Crozier dice lo
siguiente:Durante este rápido examen de los problemas que
deberá enfrentar la sociedad francesa y de la crisis que
convendría provocar para que pueda lograrlo, hemos
subrayado repetidas veces una prioridad esencial que resulta
ineludible: la prioridad de la inversión institucional. Permítase
referirnos a ella una vez más, porque de la
elección de esta prioridad depende el éxito
de la estrategia de
cambio que proponemos. La inversión institucional, para
Crozier, es una prioridad esencial para el éxito
de la estrategia de
cambio que él propone. Crozier dice: Si bien es cierto que
la agudeza de los problemas se debe ante todo a la debilidad de
la capacidad organizativa y "sistémica" del conjunto
francés, el problema completamente fundamental de la
sociedad francesa es el de aumentar su capacidad colectiva, es
decir, capacitar más a los franceses para una
cooperación organizada y eficaz. Lo que denominamos
inversión institucional es el esfuerzo doloroso,
políticamente difícil y financieramente costoso,
por ayudar al desarrollo gradual de sistemas de relación y
negociación, de conjuntos de reglas y
costumbres y de modelos de
regulación más complejos, abiertos, globales y
eficaces. El problema esencial o principal de la sociedad
francesa, según Crozier, es el de aumentar su capacidad
colectiva, es decir, capacitar más a los franceses para
una cooperación organizada y eficaz. El sociólogo
francés, denomina inversión institucional al
esfuerzo doloroso, políticamente difícil y
financieramente costoso, por ayudar al desarrollo gradual de
sistemas de relación y negociación, de conjuntos de
reglas y costumbres y de modelos de
regulación más complejos, abiertos, globales y
eficaces. A su vez, hay diferentes tipos de inversión
institucional, en relación con esto, Crozier dice:La
inversión institucional es directa cuando se trata de un
sistema en que la función del Estado es
central; puede ser muy indirecta cuando se trata de un medio
económico cuyas relaciones con el poder público son
marginales o cuando se refiere a problemas internos de
organizaciones particulares. Pero el papel del
Estado es ahora tan grande, tanto en el aspecto financiero como
en el de la reglamentación y en el psicológico y
social, que su intervención es completamente decisiva. Es
así que, hay inversión institucional de tipo
directa (cuando se trata de un sistema en que la función
del Estado es central) y de tipo indirecta (cuando se trata de un
medio económico cuyas relaciones con el poder
público son marginales o cuando se refiere a problemas
internos de organizaciones particulares); en este caso, la
inversión institucional es directa dado el rol
preponderante que tiene el Estado (en
el aspecto financiero, en la reglamentación y en el
psicológico y social) en la formación social de la
Francia de a fines de la década de los sesenta del siglo
pasado que hace que su intervención sea decisiva. En
resumen, la sociedad francesa necesita aumentar, para Crozier, la
constitución y desarrollo de una capacidad colectiva que
satisfaga los requerimientos de una sociedad compleja (sociedad
posindustrial), es decir, capacitar más a los franceses
para una cooperación organizada y eficaz. A su vez, la
posibilidad de cambio viene por el lado, según Crozier, de
que la sociedad francesa pueda transformar las rupturas de signo
recesivo que se le avecinan, a inicios de la década de los
setenta del siglo pasado, en crisis constructivas, a partir de
las cuales se inician procesos de aprendizaje. Esto quiere decir,
para el sociólogo francés, que el gobierno de un
país en este caso Francia como los grupos dirigentes de
las organizaciones e instituciones desde esa posición de
poder provoquen crisis en el momento y el sector adecuado y con
la perspectiva correcta, y realizar previa y paralelamente las
inversiones institucionales necesarias para que los individuos y
los grupos interesados puedan aprovecharlas. Es en este sentido,
que la inversión institucional (prioridad esencial
ineludible y por la sencilla razón de que su
elección depende el éxito de la estrategia de
cambio), que en el caso de Francia dada su formación
social es de tipo directa y se la entiende esencialmente, por
parte de Crozier, como un ayuda al desarrollo gradual de sistemas
de relación y negociación, de conjuntos de reglas y
costumbres y de modelos de regulación más
complejos, abiertos, globales y eficaces. A todo esto, se le suma
nuevas interrogantes y un problema, Crozier dice lo
siguiente:¿Cómo es posible efectuar tales
inversiones? ¿Se puede realmente obtener la
modificación de las prioridades que es indispensable para
que puedan llevarse a cabo? El problema no es, en nuestra
opinión, de recursos financieros ni de prioridad
política, sino ante todo de conversión intelectual.
Nuestros recursos financieros y humanos son muy limitados, y la
capacidad política de acción de cualquier gobierno,
sumamente reducida. Pero la impotencia consiguiente se debe mucho
más a que sus recursos y su capacidad están de
antemano comprometidos y bloqueados en el mantenimiento
de acciones de
sostén, cuyo resultado será inútil mientras
siga siendo débil la capacidad de organización o la
amplitud "sistémica" de las instituciones del sector
respectivo. El único medio para remediar esta impotencia
es aprender a concentrar los recursos de la colectividad en los
puntos clave de los sistemas, que deben ser ayudados a salir de
los círculos viciosos que se deploran, en lugar de hacerse
cargo de las consecuencias desfavorables producidas por tales
funcionamientos defectuosos, a los que de este modo se contribuye
a perpetuar. El sociólogo francés, se plantea las
interrogantes de que, como es posible efectuar tales inversiones
y si además, se puede realmente obtener la
modificación de las prioridades que es indispensable para
que puedan llevarse a cabo. El problema, para Crozier, es de
conversión intelectual. A su vez, la impotencia (el no
poder) se debe esencialmente, según él, a que los
recursos financieros y humanos (muy limitados) y la capacidad
política de acción del gobierno (sumamente
reducida) se encuentran de antemano comprometidos y bloqueados en
el mantenimiento
de acciones de sostén cuyo resultado será
inútil mientras siga siendo débil la capacidad de
organización o la amplitud "sistémica" de las
instituciones del sector respectivo. El único medio para
remediar esta impotencia es, según Crozier, aprender a
concentrar los recursos de la colectividad en los puntos clave de
los sistemas, que deben ser ayudados a salir de los
círculos viciosos que se deploran. Es en este sentido que
Crozier entiende que:Para lograrlo se deben favorecer tres
grandes líneas de orientación intelectual en todas
las actividades de dirección de la sociedad. Ante todo, debe
darse prioridad a la formación de una seria capacidad de
análisis. Los dirigentes políticos, administrativos
y hasta económicos rebosan de síntesis brillantes,
pero carecen de la capacidad de análisis indispensable
para tomar decisiones prospectivas. Ningún programa, ninguna
acción administrativa debería ser emprendida sin
que se haya establecido un diagnóstico sobre el complejo sistema
dentro del cual deberá ejecutarse el programa o la
acción. Cuando no se conocen los nudos de poder y los
modos de regulación de los sistemas, las más
seductoras iniciativas terminan malogradas. La nueva moda de los
estudios es una falsa respuesta para esa necesidad; la sociedad
francesa nunca se conoció tan mal como ahora. Los estudios
son efectuados para justificar las prácticas existentes,
no para conocerlas. La inversión en capacidad de
análisis es más urgente que cualquier
inversión económica, aunque sea muy modernista. Es
así que, para poder lograr que los sistemas salgan de los
círculos viciosos que se deploran, Crozier entiende, que
se deben favorecer tres grandes líneas de
orientación intelectual en todas las actividades de
dirección de la sociedad. La primera es,
que debe darse prioridad, según él, a la
formación de una seria capacidad de análisis. Es
decir, que ningún programa, ninguna acción
administrativa debería ser emprendida sin que se hubiera
establecido un diagnóstico sobre el complejo sistema
dentro del cual deberá ejecutarse el programa o la
acción. En otras palabras, se tienen que conocer los nudos
de poder y los modos de regulación de los sistemas, para
que las más seductoras iniciativas no terminen malogradas
o en el cementerio de las buenas intenciones. Los estudios tienen
que ser efectuados para conocer las prácticas existentes.
En lo que se refiere, a la segunda línea, Crozier dice:El
segundo esfuerzo debe residir en la comprensión del cambio
y de los tipos de conducta aptos
para dirigirlo. Ningún cambio serio puede ser llevado a
cabo sin una penosa alteración de prácticas
profundamente arraigadas, de las que un análisis
verdaderamente global demuestre que en su nivel son racionales y
hasta beneficiosas. En el sistema francés, dicha
alteración nunca fue cumplida sin crisis. Estas crisis nos
producen al mismo tiempo pánico y fascinación. Lo
que debemos aprender es a provocarlas y dirigirlas. El segundo
esfuerzo debe residir, según Crozier, en la
comprensión del cambio y de los tipos de conducta aptos
para dirigirlo. Ningún cambio serio, para él, puede
ser llevado a cabo sin una penosa alteración de
prácticas profundamente arraigadas, de las que un
análisis verdaderamente global demuestre que en su nivel
son racionales y hasta beneficiosas. En el caso concreto del
sistema francés, dicha alteración nunca fue
cumplida sin crisis. Es decir, que en Francia la experiencia de
cambio esta asociado directamente al fenómeno de la
crisis. Para el propio Crozier los franceses deben aprender a
provocar las crisis y también a dirigirlas. Por
último, a lo que hace a la tercera línea, Crozier
dice:El tercer esfuerzo se refiere a la actitud hacia
las instituciones. Nos negamos a ocuparnos de ellas; solo nos
interesan el individuo y la Ley (o el Estado, el
Régimen o la Revolución). Pero no se puede cumplir
ningún programa, ni alcanzar ningún objetivo, sin
que alguna institución, formal o informal, administre los
resultados. Legislamos sobre educación o salud
pública, pero nadie quiere ocuparse en aprender a
crear, dirigir, desarrollar o animar un cuerpo social tan
complejo como una universidad un
hospital. La capacidad de acción de una sociedad, su
posibilidad de plantearse problemas, descubrir soluciones y
ponerlas en práctica, así como su aptitud para
innovar, dependen fundamentalmente de su riqueza institucional.
Formales o informales, las instituciones son los instrumentos de
la cooperación humana. Ninguna tarea debería ser
más encumbradora que su desarrollo. Para hacerla bien no
basta la imaginación descubierta en las jornadas de mayo;
es preciso apelar a otras virtudes cuya cualidad intelectual
estaba tan olvidada como aquella: la paciencia y el valor. Por
último, el tercer esfuerzo se refiere, según
Crozier, a la actitud hacia
las instituciones. Para el sociólogo francés, los
franceses se niegan a ocuparse de ellas; solo les interesan el
individuo y la Ley (o el Estado,
el Régimen o la Revolución). Pero no se puede
cumplir ningún programa, ni alcanzar ningún
objetivo, sin que alguna institución, formal o informal,
administre los resultados. Formales o informales, las
instituciones, según él, son los instrumentos de la
cooperación humana. Esto hace que, ninguna tarea
debería ser más enaltecedora que su desarrollo.
Para realizarla correctamente es preciso además de contar
con imaginación apelar, según Crozier, a otras
virtudes como ser la paciencia y el valor. En
suma, prioridad a la formación de una seria capacidad de
análisis, comprensión del cambio y de los tipos de
conducta aptos para dirigirlo y una nueva actitud hacia las
instituciones, son estas las tres grandes líneas de
acción intelectual a todas las actividades de
dirección de la sociedad, propuesta por Crozier, para
poder lograr que los sistemas salgan de los círculos
viciosos que se deploran. En otros términos, estas tres
grandes líneas de orientación intelectual, lanzadas
por el sociólogo francés, son un llamado a los
núcleos o círculos dirigentes de la sociedad gala a
que tengan un conocimiento
concreto de la
sociedad de la cual forman parte. Es decir, que la sociedad
francesa tenga un fuerte conocimiento de si misma para poder
salir de los laberintos burocráticos y así poder
encarar como sociedad los nuevos problemas (hundimiento de formas
tradicionales de control social, necesidad de nuevos controles)
planteados por la llegada del mundo de la libertad y el
cálculo. En la década de los setenta del siglo XX a
la idea central en la sociología clásica de
correspondencia entre institucionalización de valores y
socialización de actores se opuso la
separación entre sistemas y actor. Con respecto a este
tema, el sociólogo Alain Touraine dice lo siguiente:A la
idea central en la sociología clásica de
correspondencia entre institucionalización de valores y
socialización de actores se opuso la
separación entre sistema y actor. Se concibió el
sistema como un conjunto de reglas y limitaciones que el actor
debe aprender a utilizar o a burlar más bien que a
respetar (lo que sabe hacer muy bien el ciudadano francés
en relación con la reglas fijadas por el Estado). Por su
lado, el actor no apareció más como ciudadano o
trabajador sino como individuo, miembro de comunidades primarias
ligado a cierta tradición cultural. Finalmente y sobre
todo, las normas de
funcionamiento de la sociedad y la evolución
histórica se manifestaron como disociadas; el cambio
histórico no se definió más como progreso o
modernización sino como red de estrategias
destinadas a sacar el máximo provecho del empleo de
recursos limitados y a controlar zonas de incertidumbre.
Desapareció la idea de sociedad y hasta lo "social" se
remplazó con la política, la cual adquirió
dos opuestas formas: por un lado, la del poder totalitario que
devora la vida social; por otro, la de grupos de presión y
aparatos de decisión que se enfrentan en un mercado
político. Mundo frío del cual el actor – con sus
creencias, proyectos,
relaciones sociales y capacidad de acción propiamente
social – resultó eliminado. Esta representación de
la vida social, o más bien la oposición de estas
mitades disociadas – visión del sistema como orden y
concepción del actor como calculador y jugador –
dominó ampliamente la década de setenta. Por un
lado se encontraban, más allá de sus diferencias,
Marcuse, Foucault,
Altusser, Bourdieu y Goffman, cuyas obras ejercieron la mayor
influencia; por otro, lo que se denominó la teoría
de las organizaciones y decisiones con Simon, March, Blau y
Crozier. Esta etapa del pensamiento social se asoció con
dos grandes transformaciones históricas. Por un lado,
la
metamorfosis de los movimientos de liberación en
estados autoritarios; por otro, en los países ya
industrializados la transformación de la cultura y la
aparición de nuevas formas de conocimiento, actividades
económicas y modelos éticos provisionalmente
disociados de las relaciones sociales y políticas.
La sociedad estalla; por un lado es absorbida por el poder
estatal; por otro se encuentra "atrasada" (atraso social
más que cultural) con respecto a las transformaciones de
la cultura, es
decir de la construcción de las relaciones con el
medio. La noción de que el actor se comporta en toda
organización de manera estratégica esta
representada por la teoría organizacional de Crozier,
siendo una de las principales corrientes del pensamiento social
de la década del setenta del siglo pasado. A su vez, la
misma forma parte de una etapa del pensamiento sociológico
que esta relacionada, según Touraine, con dos cambios de
orden histórico. Uno es, la transformación de los
movimientos de liberación en estados no
democráticos y el otro, en los países ya
industrializados la modificación de la cultura y el
surgimiento de nuevas formas de saberes, actividades
económicas y modelos éticos momentáneamente
separados de los vínculos sociales y políticos. La
sociedad se rompe; por un lado es tragada por el universo
estatal; por otro, se encuentra en una posición de clara
"retaguardia" principalmente a nivel social en relación a
las variaciones de la cultura. En otras palabras, es la entrada
escena de la sociedad posindustrial. Dado el desordenado panorama
que experimentan las llamadas sociedades adelantadas en el mundo
sociológico se plantea la interrogante de si
todavía tiene un centro la vida social. Esto lleva a que
se manifiesten oposiciones y rompimientos entre diferentes
corrientes sociológicas. En relación con todo esto,
Alain Touraine dice: En un mundo dominado por la guerra, el
nacionalismo
estatal, la industrialización acelerada, cuando la
transmisión de la herencia
sociocultural aparece cada vez más problemática a
medida que aumenta la heterogeneidad de las sociedades
nacionales, ¿acaso hay todavía lugar para la idea
de cierta estabilidad del sistema social alrededor de un
principio central, consista éste en creencias, valores y
derechos
fundamentales o, por el contrario, descanse sobre la
hegemonía de una clase dominante o de un Estado
omnipresente? ¿Es necesario, inversamente, guiarse otra
vez por el aforismo griego panta rhei, "todo es cambio"?
¿O queda la posibilidad de proponer una nueva
definición de la unidad del sistema social? La
sociología de las organizaciones y decisiones constituye
hoy la principal expresión de una sociología del
cambio, opuesta a la clásica que presentaba una
teoría del orden. Su idea fundamental es que la sociedad
es un conjunto sin centro, que sólo admite cambios
limitados, por adaptación a modificaciones del medio o
resolución de tensiones internas. Al romper con la
noción de racionalización impulsada por ingenieros
como Taylor o Ford,
esta sociología habla de racionalización limitada,
es decir de estrategia, o como Michel Crozier de competencia por
el control de áreas de incertidumbre, donde el status de
los actores queda impreciso. Los actores sociales, según
esta teoría, tratan de maximizar sus intereses, pero lo
hacen dentro de un medio desconocido y al cual controlan
sólo parcialmente. El resultado es una serie de cambios
tipo estimulo–respuesta que ya no deja lugar para
algún principio unitario de la vida social, trátese
de dominación absoluta o de valores centrales. En un mundo
sometido, según Touraine, por la guerra, el nacionalismo
estatal, la industrialización acelerada, en donde el
aumento de la heterogeneidad de las sociedades nacionales
determina directamente la existencia de problemas en lo que hace
a la trasmisión de la herencia
sociocultural conduce, a que él mismo, manifieste una
serie de interrogantes en torno tanto a la
estabilidad del sistema social alrededor de un principio central
o sustentado sobre la hegemonía de una clase dominante o
de un Estado omnipresente, como al cambio del sistema social y a
una nueva definición de la unidad del sistema social. La
sociología de las organizaciones y decisiones es,
según el sociólogo francés, a mediados de la
década de los ochenta del siglo pasado, la principal
expresión de una sociología de cambio, opuesta a la
clásica que presentaba una teoría del orden. Su
idea fundamental es que la sociedad es un conjunto sin centro,
que sólo admite cambios limitados, por adaptación a
modificaciones del medio o resolución de tensiones
internas. A esto se le suma, el romper como sociología de
las organizaciones y decisiones con la noción de
racionalización absoluta del fenómeno organizado
sustentada por la escuela
organizacional tayloriana y el fordismo y sí hablar del
concepto de
racionalidad limitada como lo hacen March y Simon y en el caso de
Crozier de racionalidad relativa. Crozier entiende que en toda
acción organizada de los hombres, incluidas las
organizaciones, coexisten dos lógicas que es necesario
tener en cuenta: el actor persiguiendo sus objetivos
"egoístas" y el sistema organizado estructurado en
función de una lógica finalística. Es decir,
que para Crozier el actor desarrolla comportamientos racionales,
pero lo que define esa racionalidad no es una "ciencia" de
la
organización forjada con anterioridad, como sucede en
la "organización científica del trabajo" de
Taylor, sino
un constante juego conducido por el actor, cuyo desenvolvimiento
no se encuentra para nada escrito en ningún lugar, y en el
que toman parte tanto los recursos del actor como las presiones
del sistema. Esta racionalidad relativa dirige todas las
organizaciones humanas. Es entonces que, la lectura
crozeriana es necesariamente dualista, en el sentido de que se
debe integrar al actor en el sistema organizado, ya que es en el
seno del fenómeno organizado donde los sujetos y los
grupos elaboran sus estrategias. El
propio Michel Crozier junto a Erhard Friedberg dicen lo
siguiente: Para terminar, este ensayo es,
ante todo, una reflexión tocante a las relaciones del
actor y del sistema. El razonamiento que proponemos se estructura en
torno a la
existencia de estos dos polos opuestos. El actor no existe fuera
del sistema que define la libertad, que es la suya, y la
racionalidad que puede emplear en su acción. Pero el
sistema no existe porque hay un actor; únicamente
él puede generarlo y darle vida, y sólo él
puede cambiarlo. De la yuxtaposición de estas dos
lógicas nacen las restricciones de la acción
organizada que exponemos con nuestro razonamiento.Para Crozier,
el individuo esta permanentemente construyendo una realidad
colectiva -la
organización- que es su obra y en cuyo seno nunca deja
de ser actor tratando en todo momento de aprovechar su margen de
libertad (que significa fuente de incertidumbre tanto para los
miembros como para la organización en su conjunto) para
negociar su "cooperación", cuidando de manipular a sus
miembros y la organización en su conjunto de tal suerte
que esta "cooperación" le genere beneficios. Pero
también, ese mismo producto suyo
que es la organización se transforma para él en una
fuente de condicionantes que conforman el marco indispensable
para la acción conjunta. A su vez, la cuestión del
cambio es entendida por Crozier y Friedberg de la siguiente
manera:Es preciso borrar de un plumazo de una vez por todas esta
visión del cambio que hemos heredado del siglo XIX. El
cambio no es ni el majestuoso correr de la historia, en cuyo caso seria
suficiente conocer sus leyes nada
más, ni la concepción y la puesta en
práctica de un modelo
más "racional" de organización social. No puede ser
comprendido más que como un proceso de
creación colectiva a través del cual los miembros
de una determinada colectividad aprenden juntos, es decir,
inventan y determinan nuevas formas de jugar el juego social de
la cooperación y del conflicto (en
pocas palabras, una nueva praxis social), y adquieren las
capacidades cognoscitivas, de relación y organizativas
correspondientes. Es un proceso de aprendizaje colectivo que
permite instituir nuevos constructos de acción colectiva
que crean y expresan una nueva estructuración del o de los
campos. Crozier, por un lado, le da la espalda y rompe con una
visión del cambio que viene del siglo XIX, que lo
entendía como una etapa lógica de un desarrollo
humano ineluctable o como la imposición de un modelo de
organización social mejor por ser más racional. Por
el otro lado, el sociólogo francés, concibe al
cambio como un proceso de creación colectiva a
través del cual los miembros de una determinada
colectividad aprenden juntos, es decir, inventan y determinan
nuevas formas de jugar el juego social de la cooperación y
del conflicto (en pocas palabras, una nueva praxis social), y
adquieren las capacidades cognoscitiva, de relación y
organizativas correspondientes. Es un proceso de aprendizaje
colectivo que permite instituir nuevos constructos de
acción colectiva que crean y expresan una nueva
estructuración del o de los campos. Crozier y Friedberg
siguen diciendo:La alternativa para las fórmulas de
cambio, tecnocráticas y autoritarias, no puede ser
más que la extensión y la generalización
progresiva de la experimentación, es decir, del
aprendizaje colectivo e institucional en todos los niveles, o
más bien la organización de las condiciones que
hacen posible tal extensión.La extensión y la
generalización progresiva de la experimentación, es
decir, el aprendizaje
colectivo e institucional en todos los niveles, es presentado por
Crozier, como la alternativa a las fórmulas o modelos de
cambio de índole tecnocráticas y autoritarias. Es
decir, una y otra son fórmulas o modelos de cambio que
tienen de común el castrar todo tipo de aprendizaje
colectivo e institucional, dado que la cuestión del cambio
lo entienden como la imposición de un modelo a priori
concebido desde el inicio por grupos de técnicos y cuya
racionalidad deberá defenderse contra las obstrucciones
irracionales de los actores que serian en los hechos la
manifestación de su relación reducida a las
costumbres pasadas o a su condicionamiento por las estructuras de
dominación existentes y por la alineación dentro de
éstas. Finalmente, el sociólogo Hebert Marcuse dice
lo siguiente:El universo
totalitario de la racionalidad tecnológica es la
última transmutación de la idea de razón.
Crozier con su "análisis estratégico" realiza un
jaque mate a todas las visiones de una racionalidad totalitaria,
devoradora de sus hijos al igual que el dios Saturno. Dado que la
aplicación del mismo a situaciones concretas evidencia la
existencia de una racionalidad de actor en organización,
irreductible a la racionalidad del sistema organizado. Es decir,
el carácter
esencialmente "oportunista" de las estrategias humanas y la parte
no reducible de la libertad que existe en toda relación de
poder. En donde, el cambio como tal es entendido por Crozier como
proceso de aprendizaje colectivo e institucional a todos los
niveles. En un mundo occidental, particularmente Europa y
más particularmente Francia que desde 1968 vive y
experimenta la salida de la modernidad.
Capítulo IIReferencias
Teóricas
La modernidad del siglo XVIII fue un proyecto de
sociedad basado en un concepto de razón no ceñido a
la razón instrumental, sino dando igual
significación a la razón moral y estética, durante todo el siglo XIX europeo
se asistió a un proceso en el cual lo racional se
transforma en lo racional instrumental. Es decir, la modernidad
tiene forma burguesa y de por sí su rostro es la del orden
económico capitalista. En donde, para Weber la
teoría de la burocracia conforma una pieza importante de
su visión sobre la modernización
(racionalización) del mundo occidental, que no conduce
según él hacer realidad la vinculación entre
el crecimiento de la ciencia, la
racionalidad y la libertad humana universal (como soñaban
los pensadores de la
ilustración), sino a que el hombre moderno quede
encerrado en la "jaula de hierro" de la
racionalidad burocrática careciendo su vida de significado
y libertad. A su vez, el llamado "análisis
estratégico" es entendido por Crozier como un nuevo modo
de razonamiento (proporciona herramientas
teóricas para superar las visiones "monísticas" de
la organización) o de razonar ante los problemas de la
acción colectiva, y por ende organizada, de los hombres,
en un tiempo histórico como lo fue Europa y
particularmente Francia de afines de la década de los
sesenta e inicios de los setenta del siglo pasado pautada por
diversas crisis, una de ellas es la que corresponde a la
ideología modernista. Es así que, todo esto lleva a
que se pase ahora a detallar las referencias teóricas de
la racionalidad burocrática y de la racionalidad relativa
de Crozier en lo que se refiere a la organización y al
poder.
2.1. La organización – Racionalidad
burocrática
Max Weber enfatiza
la racionalidad de la organización burocrática; de
hecho, la palabra máquina viene directamente de sus
escritos.
Max Weber
dice:La razón decisiva que explica el progreso de la
organización burocrática ha sido siempre su
superioridad técnica sobre cualquier otra
organización. Un mecanismo burocrático
perfectamente desarrollado actúa con relación a las
demás organizaciones de la misma forma que una maquina con
relación a los métodos no mecánicos de
fabricación. La precisión, la rapidez, la
univocidad, la oficialidad, la continuidad, la discreción,
la uniformidad, la rigurosa subordinación, el ahorro de
fricciones y de costas objetivas y personales son infinitamente
mayores en una administración severamente
burocrática, y especialmente monocrática, servida
por funcionarios especializados, que en todas las demás
organizaciones de tipo colegial, honorífico auxiliar. La
racionalidad burocrática descansa en la utopía de
la organización como máquina perfecta. Es decir, la
búsqueda de una racionalidad organizacional absoluta que
sometería al hombre a un modo de funcionamiento "sin
fallas" de ningún tipo. Esta búsqueda revela una
concepción de la organización en la que solamente
están presentes los reclamos procedentes de una dinámica finalística. La
única medida de referencia del modelo weberiano es la
finalidad de la organización. Para alcanzar esa finalidad
se encuentra la administración burocrática que
anula todo tipo de contingencias circunscribiendo la
organización a una realidad del todo previsible. Weber
dice lo siguiente:Allí donde se ha llevado
íntegramente a cabo la burocratización del
régimen de gobierno se ha creado una forma de relaciones
de dominio
prácticamente inquebrantable. El simple funcionario no
puede desprenderse de la organización a la cual
está sujeto. En oposición a los honoratiores, que
administran y gobiernan honoríficamente y como al margen,
el funcionario profesional está encadenado a su labor con
toda su existencia material e ideal. En casi todos los casos el
funcionario no es más que un miembro al que se encargan
cometidos especializados dentro de un mecanismo en marcha
incesante que únicamente puede ser movido o detenido por
la autoridad superior, y que es la que le prescribe la ruta
determinada. Por todo ello se halla sometido al interés
común de todos los funcionarios insertados en tal
mecanismo, para que siga funcionando y persista el dominio
socializado ejercido por la burocracia. Por su lado, los
dominados no pueden prescindir del aparato de dominio
burocrático ya existente ni sustituirlo por otro, pues se
basa en una metódica síntesis de entrenamiento
especializado, división de trabajo y dedicación
fija a un conjunto de funciones
habituales diestramente ejercidas. La organización es
concebida por la racionalidad burocrática, como un
conjunto articulado de funciones. Este
conjunto debe operar (gracias a la máxima autoridad
oficial) de una manera transparente, fluida y homogénea
como para que nada ni nadie (a parte de la máxima
autoridad oficial) pueda frenar e impedir el logro de las metas
fijadas de antemano por la propia máxima autoridad oficial
de la organización. A su vez, al individuo en la
racionalidad burocrática, sólo se lo tiene en
cuenta en su carácter de funcionario especializado. Es
decir, como miembro de la organización burocrática
al que se le encargan obligaciones
especializadas que tienen como fin único la
concreción de los objetivos fijados por la propia
organización burocrática. Dice M.Weber:Las
funciones específicas de la burocracia moderna quedan
expresadas del modo siguiente:I. Rige el principio de las
atribuciones oficiales fijas, ordenadas por lo general, mediante
reglas, leyes o
disposiciones del reglamento administrativo, es decir: 1) Existe
una firme distribución de las actividades
metódicas consideradas como deberes oficiales – necesarias
para cumplir los fines de la organización
burocrática. 2) Los poderes de mando necesarios para el
cumplimiento de estos deberes se hallan igualmente determinado de
un modo fijo, estando bien delimitados mediante normas los medios
coactivos que le son asignados (medios coactivos de tipo
físico, sagrado o de cualquier otra índole). 3)
Para el cumplimiento regular y continuo de los deberes así
distribuidos y para el ejercicio de los derechos correspondientes se
toman las medidas necesarias con vistas al nombramiento de
personas con aptitudes bien determinadas. Estos tres factores
constituyen, en la esfera oficial, el carácter esencial de
una autoridad burocrática o magistratura y en la esfera de
la economía
privada la sustancia de un despacho. En este sentido, tal
institución se ha desarrollado completamente en las
comunidades políticas
y eclesiásticas sólo con la aparición del
Estado moderno, y en la esfera de la economía privada
sólo con la aparición de las formas avanzadas del
capitalismo.
En organizaciones políticas tan extensas como las del
Antiguo Oriente, así como en los imperios germánico
y mogol formados mediante la conquista, y en muchos organismos
feudales, las magistraturas permanentes con atribuciones fijas no
constituyen la regla, sino la excepción. El soberano hace
cumplir las medidas más importantes por medio de
comisionados personales, de comensales o de servidores de
palacio, a quienes se dan cargos o autorizaciones establecidos
momentáneamente para el caso particular y no siempre bien
delimitados. II. Rige el principio de la jerarquía
funcional y de la tramitación, es decir, un sistema
firmemente organizado de mando y subordinación mutua de
las autoridades mediante una inspección de las inferiores
por las superiores, sistema que ofrece al dominado la posibilidad
sólidamente regulada de apelar de una autoridad inferior a
una instancia superior. Para la racionalidad burocrática,
el funcionamiento de una organización es el fruto de la
adaptación de un conjunto de calificados profesionales a
las facultades que dan las funciones oficiales fijas ordenadas
mediante reglas, leyes o disposiciones del reglamento
administrativo de la propia organización. A su vez, la
integración de la conducta de los
individuos en la organización burocrática es la
derivación inmediata del aprendizaje de un conjunto de
conductas interdependientes con sus correspondientes normas y
valores. Es decir, esto implica un trabajo de equipo, una clara
división del trabajo con la subordinación del
propio status-rol, obediencia a la autoridad (el poder
legítimo para dar órdenes), la existencia de normas
regulativas y de valores comunes. La organización
burocrática como tal es una forma de eficiencia
funcional. Es así que, la organización para la
racionalidad burocrática es el reino invulnerable de la
racionalidad del sistema organizado. Racionalidad relativa de M. Crozier El
"análisis estratégico" de Michel Crozier maneja el
concepto de racionalidad relativa. Esto consiste en que todo
conjunto humano organizado coexisten dos lógicas que es
necesario tener presente: el actor persiguiendo sus objetivos
"personales" y el sistema organizado estructurado en
función de una lógica finalística. Al
respecto, Crozier y Friedberg dicen lo siguiente: Si admitimos
que en toda su organización el actor individual dispone de
un margen de libertad irreductible para perseguir sus
actividades, es iluso querer buscar la explicación de sus
comportamientos empíricamente observables, en la
racionalidad de la organización, en sus objetivos, sus
funciones y sus estructuras como si se tratara de un conjunto de
circunstancias a las cuales los individuos no pudieran adaptarse
y que acabarían por interiorizar y por conformar su
conducta. Esto no quiere decir que la organización pueda
analizarse únicamente a partir del comportamiento
del actor. La lectura
crozeriana es forzosamente dualista, es decir que debe integrar
al actor en el sistema organizado, ya que es en el seno del
fenómeno organizado dónde los individuos y los
grupos establecen sus estrategias. Otro concepto que maneja el
"análisis estratégico" de Crozier es el de
estrategia. Crozier y Friedberg dicen: Para entender este
concepto y el uso que hacemos de él, es preciso partir de
las siguientes observaciones empíricas:1. El actor rara
vez tiene objetivos claros y menos todavía proyectos
coherentes: estos son múltiples, más o menos
ambiguos, más o menos explícitos y más o
menos contradictorios. Cambiará a mitad del camino y
rechazará algunos, descubrirá otros sobre la marcha
o incluso después, aunque no sea más que porque
existen consecuencias imprevistas e imprevisibles de su
acción que le obligan a "reconsiderar su posición"
y a "reajustar su mira": lo que considera "medio" en un momento
dado puede ser "fin" en otro momento y viceversa. De ahí
se deduce que sería ilusorio y falso considerar su
comportamiento
como reflexivo, es decir mediatizado por un sujeto lúcido
que calcula sus movimientos en función de los objetivos
fijados al principio.2. Sin embargo su comportamiento es activo.
Siendo que siempre se encuentra restringido y limitado, no
está jamás directamente determinado; incluso, de
alguna manera, la pasividad es el resultado de una
elección. 3. Es un comportamiento que siempre tiene un
sentido; el hecho de que no se le pueda relacionar con objetivos
claros, no significa que no pueda ser racional sino todo lo
contrario. En lugar de ser racional con relación a ciertos
objetivos, lo es, por parte con relación a las
oportunidades y a través de estás, al contexto que
las defina, y por otra, en relación con el comportamiento
de los otros actores, con el partido de los que lo toman y con el
juego que se estable- ció entre ellos.4. Es, en resumen,
un comportamiento que siempre presenta dos aspectos: uno
ofensivo, que es aprovechar las oportunidades con miras a mejorar
su situación, y otro defensivo que consiste en mantener y
ampliar su margen de libertad y por ende su capacidad actuar.
Esta oposición se encuentra sin que necesariamente haya
equivalencia en una perspectiva temporal (ganancias a corto plazo
contra inversión); lo importante es la dualidad y no el
significado de los términos. 5. En el caso límite,
no existe, pues, un comportamiento irracional; ésa es la
utilidad que
tiene el concepto de estrategia, que puede aplicarse
indistintamente a los comportamientos en apariencia de lo
más racionales y a los que parecen completamente
erráticos. Tras el humor y las reacciones afectivas que
dirigen este comportamiento día con día, es posible
que el análisis descubra regularidades que no
tendrían sentido más que si se relacionan con una
estrategia. Decir de un actor que tiene un comportamiento
estratégico indica que es capaz de utilizar los recursos
de una situación y las ocasiones que se le ofrecen para
alcanzar unos objetivos personales. Por otra parte, éstos
no son siempre claros y coherentes; no surgen necesariamente en
la conciencia. Para Crozier, el concepto de estrategia esta en la
base de la comprensión de la racionalidad relativa. Con
respecto a la principal virtud del concepto de estrategia Crozie
y Friedberg dicen:La principal virtud del concepto de estrategia
es que fuerza a la
superación y la hace posible, mientras que la
reflexión en términos de objetivos tiende a aislar
al actor de la organización a la cual le enfrenta, la
reflexión en términos de estrategia obliga a buscar
en el contexto organizativo la racionalidad del actor y a
comprender el constructo organizativo en las vivencias de los
actores. La principal virtud del concepto de estrategia es
superar la concepción de la organización basada en
la noción de objetivo. El comportamiento en
organización es de naturaleza
estratégica. Es decir, que todo comportamiento
organizacional se plantea alcanzar determinados objetivos
sirviéndose de la construcción organizacional. La estrategia
del actor se orienta a aumentar su margen de maniobra en
detrimento del margen de maniobra de los demás. Dada esta
perspectiva, la organización es en efecto ese lugar de
enfrentamiento y de conflicto por la acción motivada de
sus miembros quienes, en la búsqueda de sus estrategias
personales, siempre divergentes cuando no contradictorias, tratan
simplemente de proteger, incluso de ampliar su propio margen de
libertad reduciendo su dependencia respecto a los otros. Crozier
y Friedberg dicen: Así, pues, no se puede hablar de los
objetivos o de la racionalidad de una organización como
sí existieran de por sí, fuera o por encima de los
individuos o los grupos que sólo ellos pueden llevar
consigo y darles vida incluyéndolos en sus estrategias y
actualizándolos con sus comportamientos. En el caso
extremo, la organización en sí no puede existir
más que por los objetivos y las racionalidades parciales
de los individuos o de los grupos que alberga.La
organización, es en sí, un universo de conflicto, y
su funcionamiento el resultado de los enfrentamientos entre las
racionalidades contingentes, múltiples y divergentes de
actores relativamente libres capaces de llevar adelante sus
propios objetivos. A esto se le suma, el concepto de juego como
instrumento de la acción organizada. Con respecto a esto,
Crozier y Friedberg dicen:El juego es el instrumento que
elaboraron los hombres para reglamentar su cooperación; es
el instrumento esencial de la acción organizada. El juego
concilia la libertad con la restricción. El jugador es
libre, pero si quiere ganar, debe adoptar una estrategia racional
en función de la naturaleza del
juego y respetar las leyes de éste. Esto quiere decir que
para el progreso de sus intereses, debe aceptar las restricciones
que se le imponen. Si se trata de un juego de cooperación,
que siempre es el caso tratándose de una
organización, el producto del juego será el
resultado común que busca la organización. Este
resultado no se obtendrá por la solicitud directa de los
participantes, sino por la orientación que se les haya
dado, debido a la naturaleza y a las reglas de los juegos que
juega cada uno de ellos y en las que buscan su propio
interés. Para el "análisis estratégico" de
Crozier, el juego es el instrumento que elaboraron los hombres
para reglamentar su cooperación; es el instrumento
esencial de la acción organizada. El juego concilia la
libertad con la restricción. El jugador es libre, pero si
quiere ganar debe adoptar una estrategia racional en
función de la naturaleza del juego y respetar las leyes de
éste. Esto quiere decir que para el progreso de sus
intereses debe aceptar las restricciones que se le imponen. Es
así que, si se trata de un juego de cooperación,
que siempre es el caso tratándose de una
organización, el producto del juego será el
resultado común que busca la organización. Este
resultado no se obtendrá por la voluntad directa de los
participantes, sino por la orientación que se les haya
dado, debido a la naturaleza y a las reglas de los juegos que
juega cada uno de ellos y en las que buscan su propio
interés. Con respecto a esto último, Crozier y
Friedberg siguen diciendo: En otras palabras, en lugar de
considerar el funciona- miento de una organización como el
producto de la adaptación, por diversos procesos, de un
conjunto de individuos o de grupos con motivaciones propias, a
los procedimientos y
a las "funciones" previstos por ésta, nosotros proponemos
considerarlo como el resultado de una serie de juegos en los
cuales participan los diferentes actores organizativos y cuyas
reglas formales e informales -definiendo especialmente las
posibilidades de ganancias y de pérdidas de unos y otros-
delimitan un abanico de estrategias racionales, es decir,
"ganadoras", que podrán adoptar si quieren que su
compromiso en la organización sirva para que sus
expectativas personales, o por lo menos para que no les
contraríe.El "análisis estratégico" de
Crozier, entiende que el funcionamiento de una
organización es el resultado de una serie de juegos en los
cuales participan los diferentes actores organizativos y cuyas
reglas formales e informales – definiendo especialmente las
posibilidades de ganancias y de pérdidas de unos y otros –
delimitan un abanico de estrategias racionales, es decir,
"ganadoras", que podrán adoptar si quieren que su
compromiso en la organización sirva para que sus
expectativas personales, o por lo menos para que no les
contraríe. Dicen Crozier y Friedberg:Una vez conceptuada
la organización como un conjunto de juegos articulados
entre sí, el fenómeno propiamente
sociológico de la integración de las conductas de los actores
ya no se interpreta como la consecuencia directa del aprendizaje
de un conjunto de comportamientos interterdependientes con sus
correspondientes normas y valores. Se analiza como la
consecuencia indirecta de la restricción fundamental que
obliga a cada participante -si es que quiere seguir jugando y
asegurar simultáneamente que su compromiso en el conjunto
sea "redituable" para él o por lo menos que no le "cueste"
mucho- a no perder de vista las exigencias y las reglas que
prevalecen en los juegos que se juegan en la organización
y contribuir así, nolens volens, a cumplir los objetivos
de ésta. Al concebir, el "análisis
estratégico" de Crozier, a la organización como un
conjunto de juegos articulados entre sí, el
fenómeno sociológico de la integración de
los comportamientos de los actores se estudia, por parte de
ésta escuela de
análisis organizacional como la consecuencia indirecta de
la restricción fundamental que obliga a cada participante
– si es que quiere seguir jugando y asegurarse
simultáneamente que su compromiso en el conjunto sea
"redituable" para él o por lo menos que no le "cueste"
mucho – a no perder de vista las exigencias y las reglas que
prevalecen en los juegos que se juegan en la organización
y contribuir así, nolens volens, a cumplir los objetivos
de ésta.
2.2. El poder
Racionalidad burocrática
En la perspectiva weberiana la legitimidad corresponde a
los valores
admitidos por un grupo humano
(una organización) y en los que se basa el poder concebido
como capacidad de actuar sobre los demás. El poder
legítimo se llama autoridad. Max Weber
distingue tres tipos de autoridad, que se basan en tres
legitimidades. La primera, la autoridad carismática. El
carisma es definido por Weber de la siguiente forma:Debe
entenderse por "carisma" la cualidad, que pasa por extraordinaria
(condicionada mágicamente en su origen, lo mismo si se
trata de profetas que de hechiceros, árbitros, jefes de
cacería o caudillos militares), de una personalidad,
por cuya virtud se la considera en posesión de fuerzas
sobrenaturales o sobrehumanas -o por lo menos
específicamente extracotidinas y no asequibles a cualquier
otro-, o como enviados del dios, o como ejemplar y, en
consecuencia, como jefe, caudillo, guía o líder.
La autoridad carismática es legitimada por la confianza de
los subordinados en esa virtud singular de la
personalidad del jefe. La segunda, la autoridad tradicional.
Se basa en una norma: lo que ha existido o lo que existe es
legítimo. Así basta que la autoridad tradicional se
enraíce en una costumbre o una rutina para ser reconocida.
La tercera, la autoridad racional-legal. La legitimidad de esta
autoridad se basa en el respeto por parte
del jefe y de los subordinados de reglas establecidas
según unos procedimientos racionales y formales. Dice
M.Weber:Tenemos, por último, una legitimidad basada en la
"legalidad", en la creencia en la validez de preceptos legales y
en la "competencia"
objetiva fundada sobre normas racionalmente creadas, es decir, en
la orientación hacia la obediencia a las obligaciones
legalmente establecidas; una dominación como la que
ejercen el moderno "servidor del
Estado" y todos aquellos titulares del poder que se asemejan a
él. En Weber la legitimidad basada en la legalidad define
el fundamento característico de la autoridad en las
instituciones modernas que esta basada en la aplicación
correcta de los procedimientos. Las personas sujetas a autoridad
aceptan ésta como legitimada tanto corresponda a leyes
como a personas si está constituida conforme a
procedimientos correctos. De aquí las dos principales
propiedades características de la autoridad moderna. En
primer lugar, la autoridad legal es impersonal, la lealtad
exigida concierne a las normas y a los procedimientos
establecidos. En segundo lugar, en el régimen de autoridad
legal existe el principio de la libre posibilidad de nuevas
reglamentaciones, con tal que se cumpla la única
condición de que sean observados los procedimientos
formales. Ambas propiedades son fundamentales para el
funcionamiento de la administración burocrática.
Weber dice lo siguiente: El tipo más puro de
dominación legal es aquél que se ejerce por medio
de un cuadro administrativo burocrático. En Weber la
burocracia es la forma organizativa especifica que expresa la
autoridad legal. Para Weber la burocracia debe abarcar los rasgos
siguientes: 1) sus miembros son libres en tanto personas, 2)
sometimiento de un subordinado al jefe se limita en la
realización de sus funciones, 3) están organizados
en una clara jerarquía de funciones, 4) cada empleo tiene
una esfera de competencia bien definida, 5) todo empleo esta
ocupado en una relación contractual, 6) la forma de
relación esta basado en la competencia, status por logro
(adquirido), 7) los miembros de una burocracia son designados
nunca elegidos, 8) los burócratas son remunerados
según un salario fijo en
dinero, 9) el
funcionario se debe dedicar a pleno en la burocracia, 10) la
burocracia constituye una carrera, 11) el burócrata es un
ocupante del puesto no es dueño del mismo y 12) disciplina de
trabajo. Cuánto más éstas
características se encuentran altamente articuladas en la
organización, entonces la organización se aproxima
a la burocracia del "tipo ideal". La características de la
burocracia weberiana es la separación del hombre de la
función. Weber subraya la especificidad funcional de los
puestos en la administración burocrática. A su vez,
el ingreso a la organización por concurso quiere ser una
garantía de la ecuanimidad pero fundamentalmente, una
forma de asegurar que se funcione sobre la base de expertos que
saben muy bien la función que les toca desempeñar.
Es así que, Weber dice lo siguiente:Las funciones
específicas de la burocracia moderna quedan expresadas del
modo siguiente: I. Rige el principio de las atribuciones
oficiales fijas, ordenadas, por lo general, mediante reglas,
leyes o disposiciones del reglamento administrativo es decir: 1)
Existe una firme distribución de las actividades
metódicas – consideradas como deberes oficiales –
necesarias para cumplir los fines de la organización
burocrática 2) Los poderes de mando necesarios para el
cumplimiento de estos deberes se hallan igualmente determinados
de un modo fijo, estando bien delimitados mediante normas los
medios coactivos que le son asignados (medios coactivos de tipo
físico, sagrado o de cualquier otra índole). 3)
Para el cumplimiento regular y continuo de los deberes así
distribuidos y para el ejercicio de los derechos correspondientes
se toman las medidas necesarias con vistas al nombramiento de
personas con aptitudes bien determina- das. Estos tres factores
constituyen, en la esfera oficial, el carácter esencial de
una autoridad burocrática…Para Weber, los tres factores
que constituyen, en la esfera oficial, el carácter
esencial de una autoridad burocrática son los siguientes:
1) La existencia de una firme distribución de las
actividades metódicas
-consideradas como deberes oficiales- necesarias para cumplir los
fines de la organización burocrática. 2) Que los
poderes de mando necesarios para el cumplimiento de estos deberes
se hallen igualmente determinados de un modo fijo, estando bien
delimitados mediante normas los medios coactivos que le son
asignados (medios coactivos de tipo físico, sagrado o de
cualquier otra índole). 3) Para el cumplimiento regular y
continuo de los deberes así distribuidos y para el
ejercicio de los derechos correspondientes se tomen las medidas
necesarias con vistas al nombramiento de personas con aptitudes
bien determinadas. El análisis de Weber sobre la
burocracia esta lleno de elogios para este tipo de
organización propio de la sociedad moderna. Dice Weber:La
administración burocrática pura, o sea, la
administración burocrática-monocrática,
atenida al expediente, es a tenor de toda la experiencia la forma
más racional de ejercerse una dominación; y lo es
en los sentidos
siguientes: en precisión, continuidad, disciplina,
rigor, y confianza; calculabilidad, por tanto, para el soberano y
los interesados; intensidad y extensión en el servicio;
aplicabilidad formalmente universal a toda suerte de tareas; y
suceptibilidad técnica de perfección para alcanzar
el óptimo en sus resultados. El desarrollo de las formas
"modernas" de asociaciones en toda clase de terrenos (estado,
iglesia,
ejército, partido, explotación económica,
asociación de interesados, uniones, fundaciones y
cualesquiera otras que pudieran citarse) coincide totalmente con
el desarrollo e incremento creciente de la administración
burocrática: su aparición es, por ejemplo, el
germen del estado moderno occidental. Weber entiende que la
administración burocrática-monocrática es la
forma más racional de ejercer una dominación debido
fundamentalmente a sus altas cualidades técnicas.
Además, para Weber el desarrollo de las instituciones
públicas, privadas y del Estado moderno concuerda del todo
con el desarrollo y el aumento de la administración
burocrática. Weber atribuye a la burocracia una
racionalidad formal y eficiente, basada en el objetivo y
principalmente en el carácter impersonal de las normas que
rigen el comportamiento de sus miembros. Dice Weber:Se obedece,
no a la persona en virtud
de su derecho propio sino a la regla estatuida, la cual establece
al propio tiempo a quién y en qué medida se deba
obedecer. También el que ordena obedece, al emitir una
orden, a una regla: a la "ley" o al "reglamento" de una norma
formalmente abstracta. El tipo del que ordena es el "superior",
cuyo derecho de mando está legitimado por una regla
estatuida, en el marco de una "competencia" concreta, cuya
delimitación y especialización se fundan en la
utilidad
objetiva y en las exigencias profesionales puestas a la actividad
del funcionario. El tipo del funcionario es del funcionario de
formación profesional, cuyas condiciones de servicio se
basan en un contrato, con un
sueldo fijo, graduado según el rango del cargo y no
según la cantidad de trabajo, y derecho de ascenso
conforme a reglas fijas. Su administración es trabajo
profesional en virtud del deber objetivo del cargo; su ideal es:
disponer sine ira et estudio, o sea sin la menor influencia de
motivos personales y sin influencias sentimentales de ninguna
clase, libre de arbitrariedad y capricho y, en particular, "sin
consideración de la
personalidad", de modo estrictamente formal según
reglas racionales o bien, allí donde éstas fallan,
según puntos de vista de conveniencia "objetiva".El deber
de obediencia está graduado en una jerarquía de
cargos, con subordinación de los inferiores a los
superiores, y dispone de un derecho de queja reglamentado. El
fundamento del funcionamiento técnico es: la disciplina
del servicio. La racionalidad burocrática busca eliminar
arbitrariedades y abusos de autoridad al condicionar todo el
comportamiento
organizacional a un sistema de reglas. Es así que,
sólo se rendirá obediencia a un sistema de reglas y
procedimientos formalmente definidos; es decir, a las
órdenes impersonales de un individuo en una
posición de autoridad y sólo dentro de esfera de su
zona definida de poder legítimo.
Racionalidad relativa de M.Crozier
El poder es entendido por Crozier y Friedberg de la
siguiente manera: Así, el poder puede precisarse, como una
relación de intercambio, y por lo tanto recíproca,
pero en la que los términos del intercambio favorecen
más a una de las partes involucradas. Es una
relación de fuerza de la cual uno puede sacar más
ventaja que el otro, pero en la que, del mismo modo, el uno no
esta totalmente desvalido frente al otro… El poder es una
relación de intercambio y de negociación entre dos
o más actores interdependientes. Es decir, que tienen
necesidad unos de otros para realizar el objetivo de la
organización (producir un bien o un servicio) y alcanzar
sus objetivos personales. Pero, aunque se trata de una
relación recíproca en que cada actor tiene algo
para intercambiar, es también una relación
desequilibrada. En el "análisis estratégico" de
M.Crozier, el poder se basa en la posibilidad que tiene el actor
de rechazar o por lo menos de regatear lo que el otro quiere
obtener de él. Crozier y Friedberg dicen lo siguiente: El
poder reside, pues, en el margen de libertad de que disponga cada
uno de los participantes comprometidos en una relación de
poder, esto es, en su mayor o menor posibilidad de rehusar lo que
el otro le pida. El juego estratégico de dos actores que
se han hecho interdependientes por una relación de poder
consistirá para cada uno: 1) en salvaguardar su margen de
libertad manteniendo su comportamiento imprevisible y 2)
procurando encerrar al otro (por medios diversos, uno de ellos
los reglamentos) en un marco en que sus comportamientos sean
previsibles y su margen de libertad reducido. En el
"análisis estratégico" de M. Crozier, poder y
organización están entrelazados fuertemente. En lo
que se refiere a este tema, Crozier y Friedberg dicen lo
siguiente: En este nivel es cuando intervienen las
características estructurales de una organización.
Estas delimitan el campo de ejercicio de las relaciones de poder
entre los miembros de una organización y definen las
condiciones en las que estos pueden negociar entre sí. Son
las restricciones que se imponen a todos los participantes. Es
así que las características estructurales de una
organización establecen el ámbito de ejercicio de
las relaciones de poder entre los integrantes de una
organización y además fijan las condiciones en las
que los mismos pueden negociar entre sí. Al respecto,
Crozier y Friedberg dicen lo siguiente:En principio, la
organización permite el desarrollo de relaciones de poder
y les da un carácter permanente. El poder, como ya hemos
dicho, no existe por sí mismo; solo se puede ejercer en
una relación en la que están de acuerdo dos
actores, o en la que ya están involucrados, por medio del
cumplimiento de una tarea de- terminada, mediante la cual, en
otros términos, se integran, por lo menos
provisionalmente, en un conjunto organizado. Es así que
los actores no pueden lograr sus personales objetivos más
que por el ejercicio de relaciones de poder, pero a la vez, no
pueden ejercer poder entre sí más que cuando se
persiguen objetivos comunes cuyas propias limitaciones
condicionan en forma directa sus negociaciones. A su vez, las
estructuras y las reglas que pautan el funcionamiento oficial de
una organización tienen un papel importante en el seno de
la propia organización. Dicen Crozier y
Friedberg:Posteriormente, las estructuras y las reglas que rigen
el funcionamiento oficial de una organización, son las que
determinan los lugares donde podrán desarrollarse esas
relaciones de poder. Al tiempo que definen los sectores en que la
acción es más previsible y que organizan
procedimientos más o menos fáciles de controlar,
crean y circunscriben zonas organizativas de incertidumbre que
los individuos o los grupos tratarán simplemente de
controlar para utilizarlas en la consecución de sus
propias estrategias y alrededor de las cuales se crearán,
por ende, relaciones de poder. El poder, a su vez, junto con las
capacidades de acción de los individuos o de los grupos
dentro de una organización dependen a fin de cuentas del
control que puedan ejercer sobre una fuente de incertidumbre que
afecte la capacidad de la organización para alcanzar sus
propios objetivos y de la importancia y la pertinencia de esta
fuente de incertidumbre con relación a las demás
que condicionan igualmente esta capacidad. Así cuanto
más crucial sea la zona de incertidumbre controlada por un
individuo o un grupo para el
éxito de la organización, con más poder
contará. Es así que, las estructuras y las reglas
que pautan el funcionamiento oficial de una organización
son las que establecen la escena en la que tiene lugar las
relaciones de poder. Al tiempo que especifican las zonas en que
la actividad es más previsible y que organizan
métodos más o menos sencillos de examinar, conciben
y limitan zonas organizativas de incertidumbre que los sujetos o
los grupos intentarán controlar para usarlas en la
obtención de sus propias estrategias y alrededor de las
cuales se crearán, por tanto, relaciones de poder. El
poder, a su vez, junto con las capacidades de acción de
los sujetos o de los grupos dentro de una organización
dependen esencialmente del control que puedan practicar sobre una
fuente de incertidumbre que afecte la capacidad de la
organización para alcanzar sus propios objetivos y de la
importancia y la pertinencia de esta fuente de incertidumbre con
relación a las demás que condicionan igualmente
esta capacidad. En este marco, cuanto más clave sea la
zona de incertidumbre controlada por un sujeto o un grupo para el
triunfo de la organización, con más poder
contará. Además, la organización regulariza
el desenvolvimiento de las relaciones de poder. Con respecto a
esto, Crozier y Friedberg dicen lo siguiente:Por último,
la organización regulariza el desenvolvimiento de las
relaciones de poder. Dado su organigrama y sus
reglamentos internos, restringe la libertad de acción de
los individuos y de los grupos que reúne, con lo cual
condiciona profundamente la orientación y el contenido de
sus estrategias. Por ese resquicio, introduce de dos maneras, un
mínimo de previsión en el comportamiento de cada
uno. Por un lado, la organización afecta la capacidad de
jugar de sus miembros pues determina los triunfos que puede
utilizar cada uno de ellos en las relaciones de poder. Por otro,
condiciona su voluntad de hacer realmente uso de esos triunfos
para conseguir sus estrategias pues fija los envites, es decir,
lo que cada uno tiene esperanza de ganar o se arriesga a perder,
si compromete sus recursos en una relación de
poder .Finalmente, la organización regulariza el
desenvolvimiento de las relaciones de poder. Dado su organigrama y sus
reglamentos internos, limitan la libertad de acción de los
individuos y de los grupos que reúne, con la cual
condiciona profundamente la orientación y el contenido de
sus estrategias. Por ese resquicio, introduce de dos maneras, un
mínimo de previsión en el comportamiento de cada
uno. Por un lado, la organización afecta la capacidad de
jugar de sus miembros pues determina los triunfos que puede
utilizar cada uno de ellos en las relaciones de poder. Por otro,
condiciona su voluntad de hacer realmente uso de esos triunfos
para conseguir sus estrategias pues fija los envites, es decir,
lo que cada uno tiene esperanza de ganar o se arriesga a perder,
si compromete sus recursos en una relación de poder. En
resumen, Crozier y Friedberg definen el poder de la siguiente
manera:Pero el poder del que estamos hablando no podría
asimilar- se al que detentaría una autoridad establecida.
El poder no es el simple reflejo y producto de una estructura de
autoridad, organizativa o social, como tampoco es un atributo una
propiedad de
cuyos medios uno se pudiera apropiar, como antaño se
creía que podían apropiarse los medios de producción por la nacionalización.
En el fondo no es otra cosa que el resultado, siempre
contingente, de la movilización, por los actores, de las
fuentes de
incertidumbre pertinentes que ellos controlan en una estructura
de determinado juego, por sus relaciones transacciones con los
otros participantes en ese juego. Es, pues, una relación
que en tanto mediación especifica y autónoma de los
objetivos divergentes de los actores, esta siempre ligada a una
estructura de juego. Esta estructura, de hecho, define la
pertinencia de las fuentes de
incertidumbre "naturales" y "artificiales" que éstos
pueden controlar. Para el "análisis estratégico" de
Crozier, el poder es entendido como el resultado, siempre
contingente, de la movilización, por los actores, de las
fuentes de incertidumbre pertinentes que ellos controlan en una
estructura de determinado juego, por sus relaciones y
transacciones con los otros participantes en ese juego. Es, pues,
una relación que en tanto mediación especifica y
autónoma de los objetivos divergentes de los actores,
está siempre ligada a una estructura de juego. Esta
estructura de hecho, define la pertinencia de las fuentes de
incertidumbre "naturales" y "artificiales" que éstos
pueden controlar. El "análisis estratégico" de
Crozier, después de estudiar el poder desde el punto de
vista de los actores y la relación entre poder y
organización, pasa analizar los tipos de poder emanados de
la organización. Dicen Crozier y Friedberg: A primera
vista, parece que se pudiera distinguir cuatro grandes fuentes de
poder correspondientes a los diferentes tipos de fuentes de
incertidumbre especialmente pertinentes para una
organización: las que provienen del control de una
competencia particular y de la especialización funcional;
las que están ligadas a las relaciones entre una
organización y su – o, mejor dicho – sus entornos; las que
nacen del control de la comunicación y de la información, y las que provienen de la
existencia de reglas organizativas generales.Es así que,
para el "análisis estratégico" de Crozier, hay
cuatro grandes fuentes de poder correspondientes a los diferentes
tipos de fuentes de incertidumbre especialmente pertinentes para
una organización: las que provienen del control de una
competencia particular y de la especialización funcional;
las que están ligadas a las relaciones entre una
organización y sus entornos; las que nacen del control de
la comunicación y de la información y las que provienen de la
existencia de reglas organizativas generales. El control de una
competencia particular y de la especialización funcional
es la primera fuente de
poder. Dicen Crozier y Friedberg:Para empezar, digamos unas
palabras sobre la primera y gran fuente de
poder, en la que ya hemos abundado, en la medida en que es la
más aparente. Es la que sostiene la posición de una
competencia o de una especialización funcional
difícilmente reemplazable. El experto es el único
que sa- be cómo hacer las cosas, que dispone de los
conocimientos y de la experiencia del contexto, lo cual le
permite resolver algunos problemas cruciales para la
organización Su posición es, pues, mejor en la
negociación y en la organización que frente a sus
colegas.Es así que, el experto es el único capaz de
controlar ciertas incertidumbres cruciales para la
organización. A este respecto, el ejemplo de los obreros
de mantenimiento (los expertos) y su control sobre las
averías de máquinas
(incertidumbre crucial de acuerdo a los objetivos de la
organización) en el caso del monopolio
industrial analizado por Crozier (en su libro "El
fenómeno burocrático") es especialmente revelador.
Es decir, en un universo organizativo en el que ha habido un
esfuerzo por hacer los comportamientos previsibles, por medio de
múltiples reglamentos, los obreros de mantenimiento
controlan una zona particularmente apropiada de incertidumbre,
respecto de los objetivos de la organización: las
averías de máquinas.
Los obreros de mantenimiento son los únicos que pueden
diagnosticar la avería, decidir el tiempo de
inmovilización de la máquina y efectuar la
reparación. Para hacer su conducta todavía
más imprevisible, los propios obreros de mantenimiento
llegan incluso a hacer desaparecer de los talleres los planos de
las máquinas y todo dato sobre el mantenimiento, y han
logrado que se acepte que toda política de mantenimiento
se base en pautas individuales. Estas pautas individuales las
conocen solamente los obreros de mantenimiento. Los obreros de
producción y los jefes de taller, que no
tienen una formación técnica, están en una
situación de dependencia en relación con los
obreros de mantenimiento. Las relaciones entre una
organización y sus entornos es la segunda fuente de poder.
Con respecto, a la segunda fuente de poder, Crozier y Friedberg
dicen lo siguiente:La segunda gran fuente de poder que
encontramos en una organización está ligada a todas
las incertidumbres que se desarrollan alrededor de las relaciones
entre la organización y su medio. Esta fuente es bastante
cercana a la primera, puesto que el control de medio se puede
considerar simplemente como una forma de "pericia". No puede
existir una organización si no establece relaciones con el
o los medios que la rodean pues depende de ellos por partida
doble: por un lado, para obtener los recursos materiales y
humanos necesarios para su funcionamiento (muebles, personal, etc.),
y por otro, para colocar o "vender" su producto, ya sea que se
trate de un bien material o de una prestación inmaterial.
Por ello, "los ambientes pertinentes" de una organización,
es decir, los segmentos de la sociedad con los que lleva esta
relación, constituyen para ella, siempre y necesariamente,
una fuente de perturbación potencial de su funcionamiento
interno, y por lo tanto, una zona de incertidumbre mayor e
ineluctable. Entonces los individuos y los grupos que, por sus
múltiples dependencias o por su capital de
relaciones en tal o cual segmento del medio, puedan controlar,
por lo menos en parte, esta zona de incertidumbre y amoldarla en
beneficio de la organización, dispondrán en forma
natural de un considerable poder dentro de ésta. Es un
poder llamado del "marginal secante", es decir, el poder de un
actor que participa en varios sistemas de acción
relacionados entre sí y que puede, por ello representar el
papel indispensable de intermediario y de intérprete entre
lógicas de acción diferentes e incluso
contradictorias.El entorno y la adaptación de la
organización al mismo suscitan constantemente fuentes de
incerteza. Los actores que disponen de una red de relaciones en el
exterior de la organización son susceptibles de
controlarlas por lo menos parcialmente; en el caso, por ejemplo,
del distribuidor. Situado en el mundo de las relaciones entre dos
sistemas, el de la organización y el de los comerciantes,
siendo marginal en relación con ambos, el distribuidor
puede desarrollar un poder específico, el de "marginal
secante".El control de la comunicación y de la
información es la tercera fuente de poder. Con respecto a
esta fuente de poder Crozier y Friedberg dicen:La
organización crea poder simplemente por la forma en que
organiza la comunicación y los flujos de
información entre sus unidades y entre sus miembros.
Así, un individuo, para poder cumplir convenientemente con
la tarea o la función asignadas a su puesto,
necesitará información proveniente de otros puestos
que desempeñan otros individuos, y si por razones diversas
no puede saltárselas o no puede pasarse sin ellas,
éstos, por el simple puesto que ocupan en una determinada
red de
comunicación ejercerán poder sobre esta persona, pues la
manera en que transmitirán sus informaciones (con mayor o
menor retraso, o más o menos filtrada o "maquillada",
etc.), afectará profundamente la capacidad de
acción del destinatario, y no hay reglamentación
que pueda con eso. Este último no podrá reparar en
esta situación más que si a su vez posee
información o controla otra fuente de incertidumbre, que
afecte la capacidad de jugar de sus homólogos, en cuyo
caso se desarrollará el mismo proceso de chantaje y
contrachantaje, de negociación y de regateo entorno al
control en la transmisión de las informaciones pertinentes
para ambos. En la organización la información no es
neutra. Es decir, que la información no se intercambia a
todos los niveles y entre todos los miembros de la
organización, sin otro costo que el del tiempo. La
organización crea poder sencillamente por la forma en que
organiza la comunicación y los flujos de
información entre sus unidades y entre sus miembros. Es
así que, un sujeto para poder realizar favorablemente
el trabajo o
la función asignada a su cargo, precisará
información procedente de otros cargos que ejercen otros
sujetos, y si por motivos diferentes no puede saltárselas
o no puede pasarse sin ellas, éstos, por el simple puesto
que ocupan en una determinada red de comunicación
ejercerán poder sobre esta persona, pues la forma en que
transmitirán sus informaciones (con mayor o menor retraso,
o más o menos filtrada o "maquillada", etc.),
afectará profundamente la capacidad de obrar del
destinatario, y no hay reglamentación que pueda con eso.
Este último no podrá reparar en esta
situación más que si a su vez posee
información o controla otra fuente de incertidumbre, que
afecte la capacidad de jugar de sus homólogos, en cuyo
caso se desarrollará el mismo proceso de chantaje y
contrachantaje, de trato y de discusión entorno al control
en la transmisión de las informaciones pertinentes para
ambos. La utilización de las reglas organizativas es la
cuarta fuente de poder. Dicen Crozier y Friedberg:La
utilización de las reglas organizativas es la cuarta
fuente de poder que hemos destacado. La tratamos al final, en la
medida en que se puede considerar más como un constructo
que la otras, y que se puede comprender como una respuesta de la
dirección al problema que plantea la existencia de las
otras tres fuentes de poder. Ya nos habíamos dado cuenta,
cuando discutíamos el poder proveniente del control de la
información, que la autoridad directiva podía hacer
uso de los circuitos de
información necesarios para la cooperación, en su
propio provecho. Aquí nos encontramos otra vez con una
problemática análoga. En principio, las reglas
están destinadas a suprimir las fuentes de incertidumbre,
pero la paradoja reside en que no sólo no las eliminan
completamente sino que crean otras que pueden ser inmediatamente
aprovechadas por aquellos a los que éstas tienden a
constreñir y que están consideradas como
reguladoras del comportamiento.En principio, las reglas
están destinadas a suprimir las fuentes de incertidumbre,
pero la contradicción radica en que no sólo no las
suprimen plenamente sino que conciben otras que pueden ser luego
utilizadas por aquellos a los que éstas tienden a obligar
y que están consideradas como ordenadoras del
comportamiento. Dicen Crozier y Friedberg:El mejor ejemplo nos lo
ofrecen las negociaciones y los regateos que se generan alrededor
de la aplicación de la regla. Generalmente se admite que
la regla es un medio que está en manos del superior para
obtener un comportamiento de conformidad de sus subordinados.
Dado que prescribe en forma muy precisa lo que éstos deben
hacer, reduce su margen de libertad, y aumenta el poder del
superior. Pero se puede hacer otro análisis, según
el cual se ve que el efecto racionalizador de la regla no va en
un solo sentido: restringe la libertad de los subordinados, pero
actúa de la misma manera con el margen de arbitrariedad
del superior que no podrá ejercer su poder de
sanción, por ejemplo, más que en circunstancias muy
precisas. Al mismo tiempo, la regla se convierte en un medio de
protección para los subordinados, que se podrán
refugiar en ella, contra el arbitrio del superior. Si la saben
aplicar bien, el superior estará des valido frente a
ellos. Como generalmente sucede, para que un servicio funcione
bien, es preciso hacer más de lo que prescribe la regla, y
como por otra parte, el superior es juzgado por los resultados
que obtiene en su servicio, éste se encuentra, pues, en
una posición de debilidad, ya que no puede obtener de sus
subordinados más de lo que la regla impone.Es así
que, la mejor muestra nos la
brindan las negociaciones y los regateos que se generan alrededor
de la aplicación de la regla. Generalmente se admite que
la regla es un medio que está en manos del superior para
obtener un comportamiento de conformidad de sus subordinados.
Dado que prescribe en forma muy precisa lo que éstos deben
hacer, reduce su margen de libertad, y aumenta el poder del
superior. Pero, para el "análisis estratégico" de
Crozier, se puede hacer otro estudio, según el cual se ve
que el efecto racionalizador de la regla no va en un solo
sentido: restringe la libertad de los subordinados, pero
actúa de la misma manera con el margen de arbitrariedad
del superior que no podrá ejercer su poder de
sanción, por ejemplo, más que en circunstancias muy
precisas. Al mismo tiempo, la regla se convierte en un medio de
protección para los subordinados, que se podrán
refugiar en ella, contra el arbitrio del superior. Si la saben
aplicar bien, el superior estará desvalido frente a ellos.
Como generalmente sucede, para que un servicio funcione bien, es
preciso hacer más de lo que prescribe la regla, y como por
otra parte, el superior es juzgado por los resultados que obtiene
en su servicio, éste se encuentra, pues, en una
posición de debilidad, ya que no puede obtener de sus
subordinados más de lo que la regla impone. Dicen Crozier
y Friedberg:¿Qué puede hacer el superior para
restablecer la situación? Casi siempre tendrá no
una, sino varias reglas a su disposición y lo que
hará será simplemente tolerar que sus subordinados
infrinjan algunas de ellas con la cual tendrá un medio de
chantajearlos. Si los amenaza con volverse estricto y con aplicar
otra vez con todo rigor las reglas existentes, puede incitar a
sus subordinados a realizar un esfuerzo especial donde él
considere necesario; pero sabe que no se puede propasar, pues
entonces los subordinados le tomarán la palabra, es decir,
tomarán las reglas al pie de la letra y las
volcarán contra él protegiéndose en ellas.El
superior para restablecer la situación casi siempre
tendrá varias reglas a su disposición y lo que
hará será sencillamente tolerar que sus
subordinados infrinjan algunas de ellas con la cual tendrá
un medio de chantajearlos. Si los amenaza con volverse estricto y
con aplicar otra vez con todo rigor las reglas existentes, puede
incitar a sus subordinados a realizar un esfuerzo especial donde
él considere necesario; pero sabe que no se puede
propasar, pues entonces los subordinados le tomarán la
palabra, es decir, tomarán las reglas al pie de la letra y
las volcarán contra él protegiéndose en
ellas. Dicen Crozier y Fridberg:Así como reduce la
incertidumbre en cuanto al comporta- miento de los subordinados,
la regla también crea otra que cuestiona hasta qué
punto estos últimos escogerán utilizarla como
protección contra el arbitrio del superior; el poder que
ésta confiere reside, pues, más en las
posibilidades de chantaje y de negociación creados por
ella, que en las prescripciones que emanan de ella. El poder del
superior es a fin de cuentas el poder
de crear reglas con las cuales pueda jugar para obtener de sus
subordinados los comportamientos que él juzga
convenientes.Así como reduce la incertidumbre en cuanto al
comportamiento de los subordinados, la regla también crea
otra que cuestiona hasta que punto estos últimos
escogerán utilizarla como protección contra el
arbitrio del superior; el poder que ésta confiere reside,
pues, más en las posibilidades de chantaje y de
negociación creados por ella, que en las prescripciones
que emanan de ella. El poder del superior es a fin de cuentas el
poder de crear reglas con las cuales pueda jugar para obtener de
sus subordinados los comportamientos que él juzga
convenientes. Finalmente, Crozier y Friedberg dicen lo
siguiente:De tal suerte, estudiar una organización desde
el punto de vista de relaciones de poder a través de las
cuales los actores organizativos manipulan las zonas de
incertidumbre con que cuentan para negociar continuamente su
propia buena voluntad y para imponer, en la medida de lo posible,
sus propias orientaciones a otros actores, nos revela una segunda
estructura de poder, paralela a la que el organigrama oficial
codifica y legitima. Esta revelación permite delimitar la
magnitud y el alcance reales de la autoridad oficial que el
organigrama le confiere y apreciar el margen de maniobra real del
que disponen los diferentes actores en sus respectivas
negociaciones; en resumen, permite situar y comprender las
"anomalías" y el "distancia- miento" que continuamente se
observan entre la fachada oficial de una
organización y los procesos reales que caracterizan su
funcionamiento. Esta estructura de poder constituye, de hecho, el
verdadero organigrama de la organización, si se completa,
se corrige e incluso se anulan las prescripciones formales. Y de
hecho las estrategias de unos y otros se orientan y se forman
partiendo de ella.Para el "análisis estratégico" de
Crozier, el estudio de una organización desde el
ángulo de las relaciones de poder (a través de las
cuales los actores organizativos manipulan las zonas de
incertidumbre con que cuentan para negociar continuamente su
propia buena voluntad y para imponer, en la medida de lo posible,
sus propias orientaciones a otros actores), pone de manifiesto
una segunda estructura de poder equidistante a la que el
organigrama oficial codifica y legitima. Esta puesta de
manifiesto permite delimitar la magnitud y el alcance reales de
la autoridad oficial que el organigrama le confiere y apreciar el
margen de maniobra real del que disponen los diferentes actores
en sus respectivas negociaciones. En suma, permite situar y
comprender las "anomalías" y el "distanciamiento" que
continuamente se observan entre la fachada oficial de una
organización y los procesos reales que caracterizan su
funcionamiento. Esta estructura de poder constituye, de hecho, el
auténtico organigrama de la organización, si se
completa, se corrige e incluso se anulan las prescripciones
formales. Y de hecho las estrategias de unos y otros se orientan
y se forman partiendo de ella.
Capítulo IIIAnálisis
Comparativo
Luego de haber expuesto las referencias teóricas
de la racionalidad burocrática y de la racionalidad
relativa de Crozier en lo que refiere a la organización y
al poder, se pasa ahora a realizar el análisis comparativo
entre una y otra racionalidad en relación a las visiones
que sustentan cada una acerca de la organización y del
poder.3.1.
Comparación entre las dos racionalidades con
respecto a la organización.
La primera diferencia, entre la racionalidad
burocrática y la racionalidad relativa de Crozier se
centra, en la visión de la organización que
sustentan cada una de las dos escuelas teóricas. Es
así que, la racionalidad burocrática sustenta una
visión monista de la organización. Es decir, una
visión de la organización en la que solamente
están presentes los reclamos procedentes de una dinámica finalística. La
única medida de referencia del modelo weberiano es la
finalidad de la organización. Para alcanzar esa finalidad
se encuentra la administración burocrática que
anula todo tipo de contingencias circunscribiendo la
organización a una realidad del todo previsible. La
organización es concebida por la racionalidad
burocrática, como un conjunto articulado de funciones.
Este conjunto debe operar (gracias a la máxima autoridad
oficial) de una manera transparente, fluida y homogénea
como para que nada ni nadie (a parte de la máxima
autoridad oficial) pueda frenar e impedir el logro de las metas
fijadas de antemano por la propia máxima autoridad oficial
de la organización. A su vez, al individuo en la
racionalidad burocrática sólo se lo tiene en cuenta
en su carácter de funcionario especializado. Es decir,
como miembro de la organización burocrática al que
se le encargan obligaciones especializadas que tienen como fin
único la concreción de los objetivos fijados por la
propia organización burocrática La
organización burocrática como tal es una forma de
eficiencia
funcional. En suma, la organización para la racionalidad
burocrática es el reino invulnerable de la racionalidad
del sistema organizado. A su vez, el "análisis
estratégico" de Crozier, tiene una visión dual de
la organización, el actor y el sistema. Es decir, que para
ésta escuela teórica, en todo conjunto humano
organizado coexisten dos lógicas que es necesario tener
presente: el actor persiguiendo sus objetivos "personales" y el
sistema organizado estructurado en función de una
lógica finalística La lectura
crozeriana es forzosamente dualista, es decir que debe integrar
al actor en el sistema organizado, ya que es en el seno del
fenómeno organizado donde los individuos y los grupos
establecen sus estrategias. Es así que, decir de un actor
que tiene un comportamiento estratégico indica que es
capaz de utilizar los recursos de una situación y las
ocasiones que se le ofrecen para alcanzar unos objetivos
personales. Por otra parte, éstos no son siempre claros y
coherentes; no surgen necesariamente en la conciencia. El
comportamiento en organización para el "análisis
estratégico" de Crozier, es de naturaleza
estratégica. Es decir, que todo comportamiento
organizacional se plantea alcanzar determinados objetivos
sirviéndose de la construcción organizacional. La
estrategia del actor se orienta a aumentar su margen de maniobra
en detrimento del margen de maniobra de los demás. Dada
esta perspectiva, la organización es en efecto ese lugar
de enfrentamiento y de conflicto por la acción motivada de
sus miembros quienes, en la búsqueda de sus estrategias
personales, siempre divergentes cuando no contradictorias, tratan
simplemente de proteger, incluso de ampliar su propio margen de
libertad reduciendo su dependencia respecto a los otros. En suma,
para el "análisis estratégico" de Crozier, la
organización, es en sí, un universo de conflicto, y
su funcionamiento el resultado de los enfrentamientos entre las
racionalidades contingentes, múltiples y divergentes de
actores relativamente libres capaces de llevar adelante sus
propios objetivos. En otras palabras, la organización,
para el "análisis estratégico" de Crozier, es un
conjunto de juegos articulados entre sí. Ahora, la segunda
diferencia, entre las dos escuelas teóricas se centra, en
la forma de considerar el funcionamiento de una
organización. Es así que, para la racionalidad
burocrática, el funcionamiento de una organización
es el fruto de la adaptación de un conjunto de calificados
profesionales a las facultades que dan las funciones oficiales
fijas ordenadas mediante reglas, leyes o disposiciones del
reglamento administrativo de la propia organización. A su
vez, el "análisis estratégico" de Crozier entiende,
que el funcionamiento de una organización es el resultado
de una serie de juegos en los cuales participan los diferentes
actores organizativos y cuyas reglas formales e informales
definiendo especialmente las posibilidades de ganancias y de
pérdidas de unos y otros delimitan un abanico de
estrategias racionales, es decir, "ganadoras", que podrán
adoptar si quieren que su compromiso en la organización
sirva para que sus expectativas personales, o por lo menos para
que no les contraríe. Por último, la la tercera
diferencia, entre las dos escuelas teóricas se centra, en
la cuestión de de la integración de la conducta de
los individuos en la organización. Es así que, para
la racionalidad burocrática, la integración de la
conducta de los individuos en la organización es la
derivación inmediata del aprendizaje de un conjunto de
conductas interdependientes con sus correspondientes normas y
valores. Es decir, esto implica un trabajo de equipo, una clara
división del trabajo con la subordinación del
propio status-rol, obediencia a la autoridad (el poder
legítimo para dar órdenes), la existencia de normas
regulativas y de valores comunes. A su vez, el "análisis
estratégico" de Crozier, analiza el fenómeno
sociológico de la integración de los
comportamientos de los actores como la consecuencia indirecta de
la restricción fundamental que obliga a cada participante
si es que quiere seguir jugando y asegurarse
simultáneamente que su compromiso en el conjunto sea
"redituable" para él o por lo menos que no le "cueste"
mucho a no perder de vista las exigencias y las reglas que
prevalecen en los juegos que se juegan en la organización
y contribuir así, nolens volens, a cumplir los objetivos
de ésta. Con respecto, a las similitudes entre la
racionalidad burocrática y la racionalidad relativa de
Crozier, no encuentro ninguna. Es decir, no hay ninguna similitud
entre las dos escuelas teóricas en lo que se refiere, a la
visión de la organización, a la forma de considerar
el funcionamiento de una organización y a la
cuestión de la integración de las conductas de los
individuos en la organización.
3.2. Comparación entre las dos racionalidades
con respecto al poder
La primera diferencia, entre la racionalidad
burocrática y la racionalidad relativa de Crozier se
centra en la visión del poder que sustentan cada una de
las dos escuelas teóricas. Es así que, para la
racionalidad burocrática, la legitimidad basada en la
legalidad define el fundamento característico de la
autoridad en las instituciones modernas que esta basada en la
aplicación correcta de los procedimientos. Las personas
sujetas a autoridad aceptan ésta como legitimada tanto
corresponda a leyes como a personas si está constituida
conforme a procedimientos correctos. De aquí las dos
principales propiedades características de la autoridad
moderna. En primer lugar, la autoridad legal es impersonal, la
lealtad exigida concierne a las normas y a los procedimientos
establecidos. En segundo lugar, en el régimen de autoridad
legal existe el principio de la libre posibilidad de nuevas
reglamentaciones, con tal que se cumpla la única
condición de que sean observados los procedimientos
formales. Ambas propiedades son fundamentales para el
funcionamiento de la administración burocrática. A
su vez, para el "análisis estratégico" de Crozier,
el poder es entendido como el resultado, siempre contingente, de
la movilización, por los actores, de las fuentes de
incertidumbre pertinentes que ellos controlan en una estructura
de determinado juego, por sus relaciones y transacciones con los
otros participantes en ese juego. Es, pues, una relación
que en tanto mediación específica y autónoma
de los objetivos divergentes de los actores, está siempre
ligada a una estructura de juego. Esta estructura de hecho,
define la pertinencia de las fuentes de incertidumbre "naturales"
y "artificiales" que éstos pueden controlar. La segunda
diferencia, entre las dos escuelas teóricas se centra, en
la cuestión del poder o los poderes emanados de la
organización. Es así que, para la racionalidad
burocrática la única estructura de poder existente
en una organización es la que el reglamento administrativo
oficial codifica y legitima. El alcance real de la autoridad
oficial en el interior de una organización
burocrática es el que el reglamento administrativo vigente
le confiere. A su vez, para el "análisis
estratégico" de Crozier, hay cuatro grandes fuentes de
poder correspondientes a los diferentes tipos de fuentes de
incertidumbre especialmente pertinentes para una
organización: las que provienen del control de una
competencia particular y de la especialización funcional;
las que están ligadas a las relaciones entre una
organización y sus entornos; las que nacen del control de
la comunicación y de la información y las que
provienen de la existencia de reglas organizativas generales. El
control de una competencia particular y de la
especialización funcional es la primera fuente de poder.
Es así que, el experto es el único capaz de
controlar ciertas incertidumbres cruciales para la
organización. A este respecto, el ejemplo de los obreros
de mantenimiento (los expertos) y su control sobre las
averías de máquinas (incertidumbre crucial de
acuerdo a los objetivos de la organización) en el caso del
monopolio industrial analizado por Crozier (en su libro "El
fenómeno burocrático") es especialmente revelador.
Es decir, en un universo organizativo en el que ha habido un
esfuerzo por hacer los comportamientos previsibles, por medio de
múltiples reglamentos, los obreros de mantenimiento
controlan una zona particularmente apropiada de incertidumbre,
respecto de los objetivos de la organización: las
averías de máquinas. Los obreros de mantenimiento
son los únicos que pueden diagnosticar la avería,
decidir el tiempo de inmovilización de la máquina y
efectuar la reparación. Para hacer su conducta
todavía más imprevisible, los propios obreros de
mantenimiento llegan incluso a hacer desaparecer de los talleres
los planos de las máquinas y todo dato sobre el
mantenimiento, y han logrado que se acepte que toda
política de mantenimiento se base en pautas individuales.
Estas pautas individuales las conocen solamente los obreros de
mantenimiento Los obreros de producción y los jefes de
taller, que no tienen una formación técnica,
están en una situación de dependencia en
relación con los obreros de mantenimiento. Las relaciones
entre una organización y sus entornos es la segunda fuente
de poder. El entorno y la adaptación de la
organización al mismo suscitan constantemente fuentes de
incertidumbre. Los actores que disponen de una red de relaciones en el
exterior de la organización son susceptibles de
controlarlas por lo menos parcialmente; en el caso, por ejemplo,
del distribuidor. Situado en el mundo de las relaciones entre dos
sistemas, el de la organización y el de los comerciantes,
siendo marginal en relación con ambos, el distribuidor
puede desarrollar un poder específico, el de "marginal
secante". El control de la comunicación y de la
información es la tercera fuente de poder. En la
organización la información no es neutra. Es decir,
que la información no se intercambia a todos los niveles y
entre todos los miembros de la organización, sin otro
costo que el del tiempo. La organización crea poder
sencillamente por la forma en que organiza la comunicación
y los flujos de información entre sus unidades y entre sus
miembros. Es así que, un sujeto para poder realizar
favorablemente el trabajo o
la función asignada a su cargo, precisara
información procedente de otros cargos que ejercen otros
sujetos, y si por motivos diferentes no puede saltárselas
o no puede pasarse sin ellas, éstos, por el simple puesto
que ocupan en una determinada red de comunicación
ejercerán poder sobre esta persona, pues la forma en que
transmitirán sus informaciones (con mayor o menor retraso,
o más o menos filtrada o "maquillada", etc.),
afectará profundamente la capacidad de obrar del
destinatario, y no hay reglamentación que pueda con eso.
Este último no podrá reparar en esta
situación más que si a su vez posee
información o controla otra fuente de incertidumbre, que
afecte la capacidad de jugar de sus homólogos, en cuyo
caso se desarrollará el mismo proceso de chantaje y
contrachantaje, de trato y de discusión entorno al control
en la transmisión de las informaciones pertinentes para
ambos. La utilización de las reglas organizativas es la
cuarta fuente de poder. En principio, las reglas están
destinadas a suprimir las fuentes de incertidumbre, pero la
contradicción radica en que no sólo no las suprimen
plenamente sino que conciben otras que pueden ser luego
utilizadas por aquellos a los que éstas tienden a obligar
y que están consideradas como ordenadoras del
comportamiento. Es así que, la mejor muestra nos la
brinda las negociaciones y los regateos que se generan alrededor
de la aplicación de la regla. Generalmente se admite que
la regla es un medio que está en manos del superior para
obtener un comportamiento de conformidad de sus subordinados.
Dado que prescribe en forma muy precisa lo que éstos deben
hacer, reduce su margen de libertad, y aumenta el poder del
superior. Pero, para el "análisis estratégico" de
Crozier, se puede hacer otro estudio, según el cual se ve
que el efecto racionalizador de la regla no va en un solo
sentido: restringe la libertad de los subordinados, pero
actúa de la misma manera con el margen de arbitriariedad
del superior que no podrá ejercer su poder de
sanción, por ejemplo, más que en circunstancias muy
precisas Al mismo tiempo, la regla se convierte en un medio de
protección para los subordinados, que se podrán
refugiar en ella, contra el arbitrio del superior. Si la saben
aplicar bien, el superior estará desvalido frente a ellos.
Como generalmente sucede, para que un servicio funcione bien, es
preciso hacer más de lo que prescribe la regla, y como por
otra parte, el superior es juzgado por los resultados que obtiene
en su servicio, éste se encuentra, pues, en una
posición de debilidad, ya que no puede obtener de sus
subordinados más de lo que la regla impone. El superior
para restablecer la situación casi siempre tendrá
varias reglas a su disposición y lo que hará
será sencillamente tolerar que sus subordinados infrinjan
algunas de ellas con la cual tendrá un medio de
chantajearlos. Si los amenaza con volverse estricto con aplicar
otra vez con todo rigor las reglas existentes, puede incitar a
sus subordinados a realizar un esfuerzo especial donde él
considere necesario; pero sabe que no se puede propasar, pues
entonces los subordinados le tomarán la palabra, es decir,
tomarán las reglas al pie de la letra y las
volcarán contra él protegiéndose en ellas.
Así como reduce la incertidumbre en cuanto al
comportamiento de los subordinados, la regla también crea
otra que cuestiona hasta qué punto estos últimos
escogerán utilizarla como protección contra el
arbitrio del superior; el poder que ésta confiere reside,
pues, más en las posibilidades de chantaje y de
negociación creados por ella, que en las prescripciones
que emanan de ella. El poder del superior es a fin de cuentas el
poder de crear reglas con las cuales pueda jugar para obtener de
sus subordinados los comportamientos que él juzga
convenientes. Para el "análisis estratégico" de
Crozier, el estudio de una organización desde el
ángulo de las relaciones de poder (a través de las
cuales los actores organizativos manipulan las zonas de
incertidumbre con que cuentan para negociar continuamente su
propia buena voluntad y para imponer, en la medida de lo posible,
sus propias orientaciones a otros actores), pone de manifiesto
una segunda estructura de poder equidistante a la que el
organigrama oficial codifica y legitima. Esta puesta de
manifiesto permite delimitar la magnitud y el alcance reales de
la autoridad oficial que el organigrama le confiere y apreciar el
margen de maniobra real del que disponen los diferentes actores
en sus respectivas negociaciones. En suma, permite situar y
comprender las "anomalías" y el "distanciamiento" que
continuamente se observan entre la fachada oficial de una
organización y los procesos reales que caracterizan su
funcionamiento. Esta estructura de poder constituye, de hecho, el
auténtico organigrama de la organización, si se
completa, se corrige e incluso se anulan las prescripciones
formales. Y de hecho las estrategias de unos y otros se orientan
y se forman partiendo de ella. Con respecto, a las similitudes
entre la racionalidad burocrática y la racionalidad
relativa de Crozier, no encuentro ninguna. Es decir, no hay
ninguna similitud entre las dos escuelas teóricas en lo
que refiere, a la visión del poder y a la cuestión
del poder o los poderes emanados de la organización. En
suma, hay diferencias entre la racionalidad burocrática y
la racionalidad relativa de M. Crozier, en lo que se refiere a la
visión de la organización, a la forma de considerar
el funcionamiento de una organización, en la
cuestión de la integración de las conductas de los
individuos en la organización, en la visión del
poder y finalmente en la cuestión de el poder o los
poderes emanados de la organización. Conclusión La teoría de la
burocracia constituye un componente fundamental de las ideas de
Weber sobre la modernización e implica una
contrastación explicita con los sistemas tradicionales de
administración. El reemplazo de los sistemas de
administración patriarcal y patrimonial por el sistema
burocrático y el de la autoridad tradicional por la
autoridad racional – legal constituían, para Weber
una propiedad
característica y fundamental de la sociedad y del estado
modernos. La racionalidad burocrática sustenta una
visión monista de la organización. Es decir, una
visión de la organización en la que solamente
están presentes los reclamos procedentes de una
dinámica finalística. La única medida de
referencia del modelo weberiano es la finalidad de la
organización. La organización para la racionalidad
burocrática es el reino invulnerable de la racionalidad
del sistema organizado. Es así que, para esta racionalidad
el funcionamiento de una organización es entendida como el
fruto de la adaptación de un conjunto de calificados
profesionales a las facultades que dan las funciones oficiales
fijas ordenadas mediante reglas, leyes o disposiciones del
reglamento administrativo de la propia organización. Esto
hace, que la integración de la conducta de los individuos
en la organización sea concebida por la propia
racionalidad burocrática, como la derivación
inmediata del aprendizaje de un conjunto de conductas
interdependientes con sus correspondientes normas y valores. En
la perspectiva weberiana, la legitimidad corresponde a los valores
admitidos por un grupo humano (una organización) y en los
que se basa el poder concebido como capacidad de actuar sobre los
demás. El poder legitimo se llama autoridad. En Weber la
legitimidad basada en la legalidad define el fundamento
característico de la autoridad en las instituciones
modernas que esta basada en la aplicación correcta de los
procedimientos. Las personas sujetas a autoridad aceptan
ésta como legitimada tanto corresponda a leyes como a
personas si está constituida conforme a procedimientos
correctos. De aquí las dos principales propiedades
características de la autoridad moderna. En primer lugar,
la autoridad legal es impersonal, la lealtad exigida concierne a
las normas y a los procedimientos establecidos. En segundo lugar,
en el régimen de autoridad legal existe el principio de la
libre posibilidad de nuevas reglamentaciones con tal que se
cumpla la única condición de que sean observados
los procedimientos formales. Ambas propiedades son fundamentales
para el funcionamiento de la administración
burocrática. Es entonces que, para la racionalidad
burocrática la única estructura de poder existente
en una organización es la que el reglamento administrativo
oficial codifica y legitima. El alcance real de la autoridad
oficial en el interior de una organización
burocrática es el que el reglamento administrativo vigente
le confiere. En Weber, la burocracia como forma organizativa que
expresa la autoridad racional – legal es la
manifestación de la institucionalización de la
racionalidad instrumental que pauta el proceso de
racionalización (modernización) del mundo
occidental hacia la modernidad. Es decir, hacia la
creación, para el sociólogo alemán, de la
"jaula de hierro" de la
racionalidad burocrática de la que no hay manera por parte
del hombre moderno de poder escapar de la misma. Esto, me hace
citar lo que decía en la última parte de lo escrito
en el cartel colocado en la puerta del infierno de la Divina
Comedia de Dante Alighieri "¡Oh vosotros los que entrais,
abandonad toda esperanza!". Al igual de lo que decía el
cartel colocado en la puerta del infierno de la Divina Comedia
del Dante, el hombre moderno a la hora de entrar en el infierno
de la "jaula de hierro" de la racionalidad burocrática lo
primero que tiene que dejar en la puerta de la misma es toda
esperanza de vivir una vida con sentido y libertad. En Weber, el
hombre occidental en la modernidad pasa a ser una especie de
Joseph K., personaje central de la novela el
Proceso de Franz Kafka y
no tanto un Leonardo Da
Vinci. Por su parte, a diferencia de Weber, Crozier con su
llamado "análisis estratégico" sustenta tanto una
visión dual de la organización el actor y el
sistema -, es decir, el planteo de la doble racionalidad del
actor y el sistema en la organización, como también
entiende el funcionamiento de una organización como el
resultado de una serie de juegos en las cuales participan los
diferentes actores organizativos y cuyas reglas formales e
informales definiendo especialmente las posibilidades de
ganancias y de pérdidas de unos y otros delimitan un
abanico de estrategias racionales, es decir, "ganadoras", que
podrán adoptar si quieren que su compromiso en la
organización sirva para que sus expectativas personales, o
por lo menos para que no les contraríe. Al quedar
conceptuada la organización como un conjunto de juegos
articulados entre sí, por parte del "análisis
estratégico" de Crozier conlleva a que el sociólogo
francés estudie el fenómeno sociológico de
la integración de los comportamientos de los actores como
la consecuencia indirecta de la restricción fundamental
que obliga a cada participante si es que quiere seguir jugando y
asegurarse simultáneamente que su compromiso en el
conjunto sea "redituable" para él o por lo menos que no le
"cueste" mucho no perder de vista las exigencias y las reglas que
prevalecen en los juegos que se juegan en la organización
y contribuir así, nolens volens, a cumplir los objetivos
de ésta. También, a diferencia de la racionalidad
burocrática de Weber, el poder es definido por parte del
"análisis estratégico" de Crozier como el
resultado, siempre contingente, de la movilización, por
los actores, de las fuentes de incertidumbre pertinentes que
ellos controlan en una estructura de determinado juego, por sus
relaciones y transacciones con los otros participantes es ese
juego. Es, pues, una relación que en tanto
mediación especifica y autónoma de los objetivos
divergentes de los actores, está siempre ligada a una
estructura de juego. Esta estructura de hecho, define la
pertinencia de las fuentes de incertidumbre "naturales" y
"artificiales" que éstos pueden controlar. Es entonces
que, para Crozier hay cuatro grandes fuentes de poder
correspondientes a los diferentes tipos de fuentes de
incertidumbre especialmente pertinentes para una
organización: las que provienen del control de una
competencia particular y de la especialización funcional;
las que están ligadas a las relaciones entre una
organización y sus entornos; las que nacen del control de
la comunicación y de la información y finalmente,
las que provienen de la existencia de reglas organizativas
generales. En otros términos, la existencia de una segunda
estructura de poder en la organización equidistante a la
que el organigrama oficial codifica y legitima. Si para Crozier,
es el actor el único que puede generar al sistema y darle
vida y sólo él puede cambiarlo. Es lógico,
que desde su "análisis estratégico" el
sociólogo francés, conciba al cambio como un
proceso de creación colectiva a través del cual los
miembros de una determinada colectividad aprenden juntos, es
decir, inventan y determinan nuevas formas de jugar el juego
social de la cooperación y del conflicto (en pocas
palabras, una nueva praxis social), y adquieren las capacidades
cognitivas, de relación y organizativas correspondientes.
Es un proceso de aprendizaje colectivo que permite instituir
nuevos conductos de acción colectiva que crean y expresan
una nueva estructuración del o de los campos. El que
Crozier, con su "análisis estratégico" proponga un
nuevo modo de razonamiento o de razonar ante los problemas de la
acción colectiva y por ende organizacionales, de los
hombres, supera las visiones "monistas" de la
organización, deja de lado todo análisis
organizativo en términos de función o de persona,
abandona toda concepción de la integración de la
conducta de los individuos en la organización en
términos de normas y valores, rompe con toda
conceptualización de el poder como un atributo, como una
propiedad que opone a los que tienen con los que no tienen, como
un mecanismo impersonal y le da la espalda a las formulas de
cambio tecnocráticas y autoritarias. A todo esto
último, se le añade el que Crozier deje de lado
toda visión de índole orwelliana o kafkiana del
hombre moderno. Es decir, aquella visión que presenta al
hombre moderno como un ser cosificado cuya personalidad a sido
destruida y es manejado como un robot por la burocracia estatal,
los grandes medios de
comunicación (TV, cine, diarios
y radios) y el sistema educativo. Esta ruptura es debida al hecho
de que Crozier entiende que el hombre a diferencia de
épocas pasadas (premodernas) goza cada vez más del
ejercicio de la libertad de elección y el cálculo
racional en seno de la sociedad moderna. Todo este proceso de
rupturas llevadas adelante por el "análisis
estratégico" de Crozier se fueron dando al influjo tanto
de la crisis de mayo en Francia, es decir, la crisis de la
sociedad moderna (sociedad industrial), en occidente, como
también del derrumbamiento del sueño de la
convergencia entre los dos sistemas, el soviético y el
norteamericano y junto a esto el desmoronamiento de la
ideología modernista; los fracasos de los métodos
intelectuales (racionalismo planificador al estilo
soviético y síntesis liberal de los
norteamericanos) que sirvieron de base para concebir y organizar
la acción colectiva de cada una de las dos superpotencias
y por último a la aparición en escena en la
sociedad francesa y en el resto de las sociedades adelantadas de
occidente de la llamada sociedad posindustrial. Hechos todos
ocurridos a fines de la década de los sesenta y a inicios
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